19 de octubre de 2014

El Hueco

En el hueco que se manifiesta en el extremo del tresillo, en el molde esculpido como horma justo en el respaldo del espacio donde, finalmente, callaba o dormitaba, en esa huella se vacía tu vida cada tarde. En el vacío.

El hueco es la marca de su ausencia, la firma que dejó en el lugar que eligió. Lo ocupó cuando supo que el pasado, el presente y la pelea habían dejado de tener sentido. Cuando se cercioró de que su futuro inmediato, y para siempre, estaba en la estrellas.


No recuerdo exactamente lo que dijo, pero lo dijo. Son momentos saturados de silencios, que se repiten en mi vida y no tienen razón de ser: podían dormirse plácidamente, pero no; sufren inexplicablemente lo que no se merecen. Y se marchan, generalmente cuando nos parece que todavía es pronto o inoportuno.


Por mi parte y torpe, le comenté sobre el valor de su vida en tantas y para tantas otras vidas. Volvíamos de Coruña y de reojo vi su mejilla izquierda húmeda, seguramente y precisamente porque él tenía tantas razones y tantos quereres que aceptar ese tránsito ignoto era imposible.    

Vas, te sientas enfrente del tresillo y observas en el respaldo las huellas que dejaron sus últimas semanas. Algunos objetos, rastros de su existencia, permanecieron en mesas y escritorios. Al abrir el armario, el olor de su ausencia penetraba hiriente en la memoria. Decidiste que si no lo hacía nadie lo harías tú, aunque doliera, y acabaste con objetos innecesarios y aromas impertinentes, valientemente.

Solamente han pasado tres meses. Un tiempo confuso para los que no conocíais el dolor de la ausencia permanente, el placer del fin del sufrimiento, la perplejidad y el desconcierto ante el tránsito. 

Mi recuerdo es que fue divertido, a veces cómplice y en cualquier caso tranquilizante y agradable conocer que él estaba allí, siempre dispuesto. Nos toca esperar para saber, como él ya sabe, del sexo de los ángeles, del Principio y la Palabra, de doña Luisa viuda de Smith y de todos aquellos que le precedieron y continúan siendo sin estar con nosotros. 

Ahora te queda sonreir al mirar el hueco que es la huella de su ausencia, al constatar el privilegio de haberlo tenido como padre, de haber podido llevarle hasta el tresillo la sopa de ajo en la bandeja. 

No te lo he dicho antes por si aún era pronto y te escocía, porque eres demasiado corazón.