12 de noviembre de 2014

P'a Madrí

Ni contigo ni sin ti tienen mis penas remedio.

Hay una canción de El Barrio, http://youtu.be/ot4jhKgf5MY, una rumbita de letra salada, que me pone. De siempre, el rasgueo de una guitarra española, los coritos con sus la la las y una percusión grave, de timbales, me provocan la sensación contradictoria de la alegría penosa. 

Será que cumplimos años y demasiada edad, que la nostalgia y la infancia ennieblan ese tiempo donde todo fue el instante y ni p'alante ni p'atras tenían sentido los besos. El beso de despedida camino del colegio, el beso que no volverás a recibir hasta después del infinito -infinito era el tiempo de espera entre trimestre y trimestre- el beso prieto que destornillaba el moflete; los primeros besos furtivos y más tarde los besos prohibidos pero "sin arrepentimiento", los más alborozados al recibirlos, los más desgarradores pasado el tiempo, cuando ya no podías ni darlos ni aceptarlos.  

La geografía del alma, sus valles y remansos, sus accidentes y relieves, no tiene fronteras; su representación gráfica es la abstracción de sensaciones epidérmicas, de huellas estampadas por el lacre diluido de la sorpresa, del descubrimiento, que después cuaja y se rompe y apenas sus restos de migas y trocitos nos permiten capturar el recuerdo.

La raíz verdadera es un olor al salir de casa, unos sonidos propios -lejanos y livianos para aquellos que vivieron en la naturaleza, próximos, espesos y envolventes para los urbanos- y tierra o adoquines o adoquines y tierra, húmeda o seca según el florecer de los almendros. La raíz verdadera es un banco de piedra sin respaldo, el rumor de una acequia, la luz de una farola, la bombilla fundida, una espera, el frío de la calle o el calor de los muros y del asfalto, la mantequilla al peso envuelta en papel parafinado, las zapatillas de fieltro, la cartera escolar. No existe patria más allá del recuerdo, no existe nación que someta tu voluntad ni alivie tu melancolía. La raíz verdadera dió ramas y flores que se marchitaron en la oscuridad de un túnel, entre San Bernardo y Argüelles. 

Y no tiene remedio.