29 de enero de 2015

Rígoli, Argentina, Mieles y Hieles

Me ha dado una pena entrañable ¡vamos con el pleonasmo! la noticia del fallecimiento, en la más perra indigencia, de Jorge Alberto Rípoli, conocido como Joe Rígoli, un humorista argentino que anduvo por aquí.

En esa etapa de los primeros setenta del siglo pasado, antes del fallecimiento del innombrable general Franco, que nadie quiere recordar -no sé si se han dado cuenta de que la historia contemporánea de España salta directamente de 1936 a 1978- Joe Rígoli se encarnó en la farándula madrileña. Ganó auténticas fortunas y se hizo famoso con aquello de "Yo sigo" o actuando en el papel de un personaje, Felipito Tacatún, que recuerdo vagamente y en nebulosa no tanto por el tiempo pasado como por la bruma cerebral que entonces me producía el humo, las hormonas y el tránsito hacia los imposibles.  

Joe Rigoli, mientras tuvo, compartió y -al parecer- repartió. Empezando por sí mismo, se dió sucesivas oportunidades partiendo de cero, abrió las puertas a la felicidad matrimonial en cuatro ocasiones y fué capaz de fracasar en todas ellas. Las casas, también sucesivamente, para las ex mujeres: en Pinar de Chamartín, en Majadahonda, en Mar del Plata, en...y él detrás de algún contrato, alguna gala que le permitiera subsistir para, después de haber llegado a mendigar por las calles, finalmente le acogiera un amigo verdadero.

Al leer su trayectoria vital y profesional, tremendamente exitosa y espantósamente fracasada, me ha parecido leer la historia de la última Argentina. Esa nación que coronó riqueza -el granero del mundo- y desarrolló en las últimas décadas del siglo diecinueve y hasta los años treinta del siglo veinte, gran prosperidad perdida finalmente por irracionalidades, desvaríos emocionales alimentados desde los poderes políticos.

La Argentina que consigue la riqueza, que impulsó una incipiente clase media alegre y confiada hasta la década de 1940 aunque no sin conflictos sociales y golpes de estado, alcanza también a la utopía importada por la inmigración de italianos y españoles, básicamente el socialismo, el anarquismo, los sindicatos de clase aderezando el discurso con el comodín de la justicia social. El estado va tentándose con todo tipo de regímenes y todos y cada uno de los gobiernos quieren su propio patrimonio, su casa, como las ex mujeres del pobre Joe.

En la Argentina, como en Joe Rigoli, se han dado estados sucesivos de reinvento de la rueda. La riqueza y el éxito traen, tantas a veces, la pérdida de la visión y del foco. Gobiernos y personas extravían la capacidad de analizar su realidad y su proyección y pasan, en corto lapso ¡ay! de las mieles a las hieles.

No se pierdan su última entrevista ahora que ya está en la Gloria, la última y única realidad.