Si no cuento mal, que puede darse, tengo una docena de sobrinos carnales nacidos en Cataluña y al parecer ninguno de ellos "culé" -ese palabro que suena hasta mal- o sea seguidor o fanático del Fútbol Club Barcelona, que así se llama, pudiéndose llamar, más a la pata la llana, Club de Fútbol Barcelona y dejarse de homenajear anglicismos gilipollescos a falta del retrúecano en catalán. Lo de los sobrinos lo digo por aquellos que vayan a señalarme como xenófobo e ignorante y añado que los catalanes que yo conozco -muchos y variopintos- y las experiencias que he tenido con ellos son de carácter cosmopolíta, de visión universalista, generalmente viajados y leídos. Gente razonable.
Hoy, por culpa de la ambición desmedida de políticos populistas, Cataluña se ha plantado a un milímetro del abismo por las acciones y comportamientos sucesivamente canallas de sus dirigentes. La situación creada tiene un nombre: nacionabismo. De abismo y nación, aunque también de necio como nabo.
A esa posición, punto al que una mayoría de catalanes no querían llegar, se accede no tanto por inconsciencia como por el discurso hartero que trata de tapar las propias carencias de esos dirigentes y la verdadera situación de quiebra de esa autonomía. Quiebra moral, por corrupción de instituciones de la propia Generalidad, de sus líderes nacionalistas, sus familias enteras y algunas de sus entidades culturales y empresas; quiebra económica, expresada en las permanentes ayudas -más de 50.000 millones de euros en los cuatro últimos años- recibidas gracias a la aportación del resto de españoles y que han evitado el impago de servicios públicos; quiebra social, con dos -tal vez tres- cataluñas enfrentadas e incapaces de gestionar -por exceso o por defecto- su propio catalanismo en la urnas.
El nacionabismo catalán tiene características propias, unas que provienen de antaño y otras recién incorporadas, pero la principal de todas ellas es ¡cómo no! la manipulación del discurso, el eufemismo por la palabra cabal. Aquí van unos ejemplos: no diga referéndum unilateral, diga "derecho a decidir"; no diga democracia, diga "imposición vinculante"; no diga de provincias o de pueblo o de campo si se refiere a algo fuera de Barcelona, diga "territori". No diga independentista, diga "patriota".
Por el lado de la realidad, los hechos se muestran tan contundentes como tozudos. Invitan a votar un "proceso constituyente" (segundo 9-N, al que acudieron a las urnas el 25% de los convocados) para que no más del 48% con una abstención del 70% diga que sí a unos "pactos" acordados exclusivamente con el separatismo, para unos "acuerdos políticos" en ausencia de los partidos no independentistas y con el fin de celebrar unas "elecciones constituyentes" que afrentan a la Constitución de todos los españoles.
Todo eso porque, en definitiva, lo que subyace es la idea tremenda de "pueblo elegido", de "clase elegida", "de raza elegida". Es decir, lo peor del marxismo y del nazismo.
Ayer oí, casi ni le escuché, a Pep Guardiola convocar "a todos los demócratas del mundo" en apoyo de unos pocos catalanes que se sienten, dice el farsante, presos de "los abusos de un estado autoritario".
Guardiola, tío, que esto es Jauja, que aquí incoherentes y sinvergüenzas como tú campan a sus anchas. Dí lo mismo en USA, donde paseaste tus reales, o en Alemania donde tus expectativas fracasaron radicalmente, y verás la que te cae. Jauja pero sin piñones, ni rica leche ni miel: porque tú y otros como tú llevais a la ruina a vuestro pueblo y pretendeis arrastrar a los demás.
Hoy, por culpa de la ambición desmedida de políticos populistas, Cataluña se ha plantado a un milímetro del abismo por las acciones y comportamientos sucesivamente canallas de sus dirigentes. La situación creada tiene un nombre: nacionabismo. De abismo y nación, aunque también de necio como nabo.
A esa posición, punto al que una mayoría de catalanes no querían llegar, se accede no tanto por inconsciencia como por el discurso hartero que trata de tapar las propias carencias de esos dirigentes y la verdadera situación de quiebra de esa autonomía. Quiebra moral, por corrupción de instituciones de la propia Generalidad, de sus líderes nacionalistas, sus familias enteras y algunas de sus entidades culturales y empresas; quiebra económica, expresada en las permanentes ayudas -más de 50.000 millones de euros en los cuatro últimos años- recibidas gracias a la aportación del resto de españoles y que han evitado el impago de servicios públicos; quiebra social, con dos -tal vez tres- cataluñas enfrentadas e incapaces de gestionar -por exceso o por defecto- su propio catalanismo en la urnas.
El nacionabismo catalán tiene características propias, unas que provienen de antaño y otras recién incorporadas, pero la principal de todas ellas es ¡cómo no! la manipulación del discurso, el eufemismo por la palabra cabal. Aquí van unos ejemplos: no diga referéndum unilateral, diga "derecho a decidir"; no diga democracia, diga "imposición vinculante"; no diga de provincias o de pueblo o de campo si se refiere a algo fuera de Barcelona, diga "territori". No diga independentista, diga "patriota".
Por el lado de la realidad, los hechos se muestran tan contundentes como tozudos. Invitan a votar un "proceso constituyente" (segundo 9-N, al que acudieron a las urnas el 25% de los convocados) para que no más del 48% con una abstención del 70% diga que sí a unos "pactos" acordados exclusivamente con el separatismo, para unos "acuerdos políticos" en ausencia de los partidos no independentistas y con el fin de celebrar unas "elecciones constituyentes" que afrentan a la Constitución de todos los españoles.
Todo eso porque, en definitiva, lo que subyace es la idea tremenda de "pueblo elegido", de "clase elegida", "de raza elegida". Es decir, lo peor del marxismo y del nazismo.
Ayer oí, casi ni le escuché, a Pep Guardiola convocar "a todos los demócratas del mundo" en apoyo de unos pocos catalanes que se sienten, dice el farsante, presos de "los abusos de un estado autoritario".
Guardiola, tío, que esto es Jauja, que aquí incoherentes y sinvergüenzas como tú campan a sus anchas. Dí lo mismo en USA, donde paseaste tus reales, o en Alemania donde tus expectativas fracasaron radicalmente, y verás la que te cae. Jauja pero sin piñones, ni rica leche ni miel: porque tú y otros como tú llevais a la ruina a vuestro pueblo y pretendeis arrastrar a los demás.