Queridísima:
Escuchaba semanas atrás unas declaraciones de Mario Vargas Llosa(*) a Bieito Rubido, ese cedeirés brillante y diáfano, en las que el Nobel exponía la idea o concepto o condición que dió en llamar "amor pasión". Ya sabes, está encoñado(**) ... con la Preysler, que no sé qué les da; que le dure. Creo que a sus 80 años la relación aguantará, mediando dormitorios individuales que es lo suyo, dadas las experiencias matrimoniales y condiciones físicas y morales del uno y la otra.
Escuchaba semanas atrás unas declaraciones de Mario Vargas Llosa(*) a Bieito Rubido, ese cedeirés brillante y diáfano, en las que el Nobel exponía la idea o concepto o condición que dió en llamar "amor pasión". Ya sabes, está encoñado(**) ... con la Preysler, que no sé qué les da; que le dure. Creo que a sus 80 años la relación aguantará, mediando dormitorios individuales que es lo suyo, dadas las experiencias matrimoniales y condiciones físicas y morales del uno y la otra.
Vargas Llosa peroraba de amor, de los muchos que reconocemos (los griegos: eros, storgé, philia y ágape) de un tipo de amor concreto que se corresponde con la pulsión de la primera etapa de atracción entre una pareja y, ya digo, lo denominó "amor pasión".
Se refería, en todo caso, a un primer tiempo -luego viene el segundo y si acaso las prórrogas- o arrancada de la relación, aquel en que todo se idealiza, donde las ilusiones hacen temblar el despertar de cada día y acarician el primer sueño por las noches. Ese tiempo en que dos al verse, dos al tocarse, dos al abrazarse, liberan feniletilaminas a chorros. Esa etapa es muy excepcional, y corta, en la vida y algunos -para todo hay grados- jamás la han sentido así; otros, como el mismo Vargas Llosa, lo han disfrutado, incluso padecido, varias veces en sus vidas.
Si se consolida la relación, mengua la pasión al mismo tiempo que se incrementan los cariños y afectos, la sensualidad hacia el otro, la empatía, la lealtad y las complicidades. Eso no lo decía el escritor, porque frenó en seco cuando iba directo a meterse en la portada del ¡Hola! mientras un rictus de emoción ¿feliz? marcaba su rostro. Lo pensé yo en la duda razonable de si ese estado posterior de amor complaciente y sereno, lo habrá vivido él. Tal vez entre bambalinas le escuchaba la otra parte, la culpable de ese baño de endorfinas en el que chapotea y nada ahora mismo don Mario.
Se refería, en todo caso, a un primer tiempo -luego viene el segundo y si acaso las prórrogas- o arrancada de la relación, aquel en que todo se idealiza, donde las ilusiones hacen temblar el despertar de cada día y acarician el primer sueño por las noches. Ese tiempo en que dos al verse, dos al tocarse, dos al abrazarse, liberan feniletilaminas a chorros. Esa etapa es muy excepcional, y corta, en la vida y algunos -para todo hay grados- jamás la han sentido así; otros, como el mismo Vargas Llosa, lo han disfrutado, incluso padecido, varias veces en sus vidas.
Si se consolida la relación, mengua la pasión al mismo tiempo que se incrementan los cariños y afectos, la sensualidad hacia el otro, la empatía, la lealtad y las complicidades. Eso no lo decía el escritor, porque frenó en seco cuando iba directo a meterse en la portada del ¡Hola! mientras un rictus de emoción ¿feliz? marcaba su rostro. Lo pensé yo en la duda razonable de si ese estado posterior de amor complaciente y sereno, lo habrá vivido él. Tal vez entre bambalinas le escuchaba la otra parte, la culpable de ese baño de endorfinas en el que chapotea y nada ahora mismo don Mario.
Me hizo reflexionar a propósito de estos treinta años, sin matriexit, que hoy cumplimos tú yo, queridísima, años que ya hace tiempo navegan por el amor storgé, el que se cultiva a lo largo del tiempo, que genera complicidad, sentimiento protector y lealtad. Como dos barcos en idéntico rumbo y en escolta recíproca pero libres para alcanzarse o demorarse uno al otro ¿cómo llamarlo distinto de la denominación griega? Ya está: amor.
Hoy, que ni siquiera se apuesta por cierto compromiso y que va bien mientras va bien y si no va bien se corta, resulta complicado explicar por qué arreciando las tormentas o en las largas calmachichas, se permanece tantos decenios no mediando ni el interés material ni las apariencias sociales y cuando se ha vaciado o está en la reserva ese "amor pasión" y sus requerimientos frenéticos. Sin duda el principio activo que lo mantiene es el amor, otro tipo de amor ¿o vale confundir pasión con amor o llamarlo amor cuando queremos decir sexo? Los quereres también valen y dan vida a las vidas, pero el querer ocupa una estancia distinta de la que habita el amor. El querer viene siendo aquí y ahora, es más literatura y propósito que realidad y hecho. El amor es obra y desinterés.
Es en el amor donde dos permanecen en vigilia o imaginaria, preparados para cuando al otro haya que ayudarle a cruzar la calle. Sabedores de que, finalmente, lo más probable es que se queden el uno frente al otro contemplándose más allá de las diferencias, más allá de saber esperar y perdonar. De no ser así, de no haber ese pacto ímplicito, creo que ni se entiende ni se debe apostar por la permanencia de la relación. A ese estado, no sé si por desgracia pero en cualquier caso no por suerte, no ha podido llegar Vargas Llosa, aunque tal vez ahora y por fin esté transitando hacia ello. Los intentos se quedaron en medio o al final del camino, que es donde retomó -ahí sí, afortunadamente- la etapa del amor pasión. Dirán que impropia de esas edades, pero yo no lo creo.
Hoy, que ni siquiera se apuesta por cierto compromiso y que va bien mientras va bien y si no va bien se corta, resulta complicado explicar por qué arreciando las tormentas o en las largas calmachichas, se permanece tantos decenios no mediando ni el interés material ni las apariencias sociales y cuando se ha vaciado o está en la reserva ese "amor pasión" y sus requerimientos frenéticos. Sin duda el principio activo que lo mantiene es el amor, otro tipo de amor ¿o vale confundir pasión con amor o llamarlo amor cuando queremos decir sexo? Los quereres también valen y dan vida a las vidas, pero el querer ocupa una estancia distinta de la que habita el amor. El querer viene siendo aquí y ahora, es más literatura y propósito que realidad y hecho. El amor es obra y desinterés.
Es en el amor donde dos permanecen en vigilia o imaginaria, preparados para cuando al otro haya que ayudarle a cruzar la calle. Sabedores de que, finalmente, lo más probable es que se queden el uno frente al otro contemplándose más allá de las diferencias, más allá de saber esperar y perdonar. De no ser así, de no haber ese pacto ímplicito, creo que ni se entiende ni se debe apostar por la permanencia de la relación. A ese estado, no sé si por desgracia pero en cualquier caso no por suerte, no ha podido llegar Vargas Llosa, aunque tal vez ahora y por fin esté transitando hacia ello. Los intentos se quedaron en medio o al final del camino, que es donde retomó -ahí sí, afortunadamente- la etapa del amor pasión. Dirán que impropia de esas edades, pero yo no lo creo.
Del amor tengo claro que hay una parte que ni nos corresponde gestionar ni nos obliga a nada ni nos interesa: es el destino y la suerte, para algunos, o la Divina Providencia para otros. En mi caso, sin duda; no he sido capaz de proveerme a mí mismo emocionalmente ni un sólo minuto de mi vida. Debe ser muy cansino y esforzado soportar a un tipo así; gracias. Si a la suma de treinta años le restamos los frenéticos, los silenciosos o los distantes, el resultado final, en realidad son casi treinta y tres años de amor por inverosimil que parezca. Pero así fue hasta hoy mismo, porque las piezas solamente encajan cuando dos lo pretenden y cada uno insiste en el bienestar y la felicidad del otro, incluso en la cercanía de la distancia, cuando nos alejamos permaneciendo.
Me hizo reflexionar, regresar a aquello de la inteligencia emocional. Ahí he adquirido a tu lado una enorme experiencia. Y, analizando el discurso, va a resultar que en Vargas Llosa, un consumado seductor, experto en el lenguaje de la pasión y las travesuras de las niñas malas, es todo muy literario y enriquecedor pero con cierta carencia: porque el verdadero delirio, el orgasmo, consiste en que el otro se lo pase bien y se ría gracias a uno y, de ser posible, hasta el más allá de acá. Y saber que hay que insistir en ello. Felicidades. Te amo.
(*)
http://www.abc.es/cultura/libros/abci-vargas-llosa-mas-hermoso-vida-amor-y-literatura-201703222218_noticia.html
(**)
RAE
encoñarse
De en- y coño.
2. prnl. malson. Encapricharse con algo. Se encoñó con la moto y no paró hasta que la compró.
(**)
RAE
encoñarse
De en- y coño.
2. prnl. malson. Encapricharse con algo. Se encoñó con la moto y no paró hasta que la compró.