12 de junio de 2014

Cine, fútbol y mujeres

José Luis Garci es un crack -ahora se dice así, antes un campeón- un rompedor. Hace pocos días tuve la enésima oportunidad de ver El Crack II, para mí menos potente que El Crack, una de sus pelis donde demuestra todas sus habilidades y recursos como realizador de cine. En el coloquio posterior con Cayetana Guillén, una chica que transmite inmensa satisfacción de haberse conocido, Garci aceptó que sus pasiones son - mejor dicho, a los setenta, han sido- el cine, el fútbol y las mujeres y por ese orden. Se lo decía Garci a Cayetana, a ella, que fue -no sé si con o sin cohetes- su pareja en algún momento. Sic transit gloria mundi.

Ahora que empieza en Brasil el Campeonato Mundial de Fútbol es momento de plantearse por qué uno elige, aunque sea por otro orden, tres aficiones tan complicadas como el cine, el fútbol y las mujeres.

Del cine como arte tengo tres constataciones. La primera es que, en todos sus posibles géneros, puede contener y encerrar las otras artes mayores y menores: la literatura, la pintura, la música. Al cine le falta oler, aunque se ha intentado. La segunda constantación es que el cine es el arte con mayor capacidad de abstracción pero también de concreción, de realismo. En el cine, al contrario que en la literatura, es lo que hay; la mentes no necesitan añadir nada y sus códigos de comunicación son finitos. La tercera constatación es que el cine no ha muerto ¡viva el cine! y eso de la oscuridad, el aislamiento, el gran formato, los besos robados, la falta de aire y el despertar a la realidad ¡puta y cruda realidad tantas veces, tantos domingos por la tarde! cuando vuelven las luces, permanece en el tiempo. Una de mis pasiones, no la primera, el cine.

Qué decir del fútbol sin acudir al topicazo de compararlo con la vida, que hasta la Caca Cola recurre hoy a ello y sin chispa alguna. Es una de mis pasiones porque yo también soñé con un club, un equipo, unos compañeros, una tarde de sol, una jugada y un gol donde todos me abrazaban y nada volvió a ser como antes. Como sueña el niño de Camerún que sabe perfectamente quién es Samuel Etoo y lleva su camiseta hasta para dormir. En mi caso he tenido la inmensa suerte de, digamos, practicar fútbol con quien no podía sino chutar ¡y vaya cómo lo hacía! suspendido de dos muletas y arreando a la pelota directamente de punterazo, pero sabiendo que si golpeas más por la izquierda o más por la derecha del balón aquello toma efecto al lado contrario y sin remedio y si lo haces más arriba o más abajo de la bola sube o rasea para acertar o salir ¡uyyyy! rozando el larguero. Y ahora sí: como la vida misma más o menos. No es que me guste el fútbol, es que por un buen partido fui capaz de posponer un buen encuentro que presumía un buen enfrentamiento o gemidos compartidos. En la práctica del fútbol están contenidas todas las virtudes y los defectos humanos, pero en color, al aire libre y bajo la lluvia que molesta.

Llegamos al asunto de los pasteles. Las mujeres. Me pido ser mujer en otra vida. Garci pone la pasión inter sexos en tercer lugar y yo lo entiendo perfectamente porque él ha sido un chico de mujerío sin llegar a muchedumbre. Lo bueno de las pasiones con las chicas es que nunca sabes cuándo te van a dejar. Puedes intuir cuándo te van a acoger (en todos los sentidos) y en qué momento te van a compartir, pero nunca -si de verdad es mujer y hay pasión- su adiós definitivo. Nosotros, en general, somos mucho más vulgares y mentimos infinitamente peor. Hablo de la pasión, no del amor que es otra pasión y la misma pero elevada y sublimada y llevada al extremo de la paciencia y la dependencia anímica. Pero eso son estados mayores y Garci de ello no apunta nada en este terreno. Es que el fútbol compite en carga de feromonas con el mujerío y el cine las embellece hasta el extremo de hacer de la virtud necesidad ¡y qué necesidad!

Feliz Mundial 2014. Pásenlo de cine.