Estos días abdica un rey que, probablemente, pase a la historia sobre un pedestal hecho con amalgama de olvidos y perdones. Con esa mezcla, seguramente a razón de mitad y mitad, es posible que -por los olvidos- se exalte exageradamente su figura y por los perdones se justifiquen hechos que todavía hoy afectan a la estabilidad vital más básica de miles de seres humanos.
Después de un paripé a tres bandas, los estados español, marroquí y mauritano, pocos días antes de la muerte del general Franco y con él postrado en coma profundo, firman un acuerdo para compartir la administración del Sahara Español y el compromiso de que en 1976 España abandonaría el territorio saharaui. Juan Carlos I, jefe de Estado en funciones, visitó las tropas españolas desplegadas allí garantizándoles el apoyo del gobierno para defensa del pueblo saharaui y su territorio. Nada ocurrió como se prometió. El pueblo saharaui fue bombardeado por los marroquíes, huyó al desierto y allí siguen. Yo conocí en Canarias a dos familias que ¡tantos años después! lloraban al narrarlo. El más anciano había sido cabo, soldado español y no tenía ni un mísero céntimo de pensión. Este es un olvido imperdonable, vergonzoso y que tiene un responsable evidente, el rey abdicante, y cientos de corresponsables, de modo especial los políticos de la transición pero también todo el pueblo español hoy, que olvida para poder perdonar más fácilmente.
El mismo rey abdicante, creo que en abril de 2012, se dirigió a los medios de comunicación con estas frases "Lo siento mucho. Me he equivocado. No volverá a ocurrir" sin especificar asunto aunque todos entedimos que giraba en torno a una aventura que nunca y en ningún caso un rey debe hacer, un viaje carnal y cazador que, para más inri, se realizó en plena crisis económica de su amado pueblo. Perdonado quedó y, aquí se muestra la grandeza del ibero en general, olvidado.
Ahora, tanto elogio y aplauso, me genera dudas sobre la autenticidad de tanta expresión afectuosa, sobre el verdadero sentido del homenaje. Aunque, es bien sabido, en Ex-paña -que es lo que ha dejado este reinado, entre otras calamidades- los muertos gordos estaban en plena forma y los fallecidos calvos tenían asombrosa cabellera. Y los que ni fueron buenos padres ni fueron buenos hijos, es el caso, resultaron buenas personas aunque mejorables seres humanos ¡ay, ay, ay!
No soy republicano ni dejo de serlo y no soy monárquico en ningún caso, entendiendo perfectamente el sentido de la institución, más como referente que como gestora, en ciertas sociedades: los grupos humanos son una cosa muy complicada, o sea como los individuos que los forman pero multiplicado por el número de sus componentes. Y justamente por eso, no idealizo: caga el rey, caga el Papa y de cagar nadie se escapa.
El olvido ni para perdonar, que luego te vuelven a clavar la faca. El perdón, siempre y en todo caso.