Lisandro de la Torre fue un político argentino, rosarino, que vivió a caballo de la segunda mitad del XIX y la primera del XX. Fundador del periódico La República, senador nacional, batallador por la justicia y contra la corrupción que regía, de manera general, la política de la nación, don Lisandro tuvo una vida novelesca -llevada al cine, creo, por Torre Nilsson- que decidió terminar pegándose un tiro en el corazón, a los setenta cumplidos, entonces edad perfectamente suicidable. Por su defensa de las libertades y la honestidad, en particular por la de instituciones menores como Ayuntamientos y de las virtudes exigibles a políticos, se le llamó Fiscal de la patria.
Ante esa trayectoria es casi necesario preguntarse si la vida de De la Torre fue un éxito o un fracaso, un éxito finalmente fracasado o un fracaso exitoso. Personalmente creo que fue un éxito, al menos aparentemente, exteriormente. A propósito del éxito -ese concepto tan subjetivo y diluible- preguntáronle a don Lisandro, en el cénit de su vida y de su trayectoria política, qué entendía él por éxito, qué era el éxito. "Es algo muy simple, contestó: el éxito consiste en haber sabido
satisfacer las expectativas". Estupendo.
El éxito verdadero se origina en el interior de uno mismo, en la satisfacción de los propósitos más íntimos y se alcanza en la medida en que uno se reconoce en habilidades y debilidades, tratando de plantearse metas asumibles alimentadas de propia experiencia. Para hacer consistente el objetivo del éxito, como para casi todo, saber elegir es saber acertar.
Creo en el éxito anónimo, antónimo de fama, poco ruido muchas nueces. La consistencia del éxito se fragua, supongo, más en la intuición que en la reflexión, más en el amarre del patrimonio intelectual, del entendimiento profundo del sentido de esta vida y su adaptación a nuestra, no se me ocurren mejores palabras, felicidad, tranquilidad y sosiego.
Y creo en el éxito desde la intimidad del individuo, sin necesitar admiraciones externas ni reconocimientos sociales, allí donde precisamente el éxito es menos consistente al sujetarse en elementos y criterios tan inestables. El éxito absoluto está en el sentimiento de la persona cuando se examina y concluye que el éxito fuera de su ámbito, el éxito social, es un fracaso porque requiere mantenerlo en vida y de por vida, un esfuerzo innecesario que probablemente agote el camino de la armonía interior. Cualquier otro éxito tiene todas las papeletas para resultar un fiasco.
Las expectativas de Lisandro de la Torre, cuando se suicidó, o se habían cumplido todas o eran ya de imposible alcance. O, no lo creo pero también podría darse, como dijo Oscar Wilde "un tonto nunca se repone del éxito"