Lo primero que se debe tener en cuenta antes de abrir un blog es que uno, al menos yo, debe ser tan natural y espontáneo como prudente y radical. Creo que lo de natural y espontáneo se entiende sin necesidad de mayores matices; por la parte de prudente y radical, que pueden parecer conceptos antagónicos, voy a extenderme.

Algunos sentimos la necesidad de escribir. Las nuevas tecnologías y sus soportes de comunicación (blogs, facebook, whatapps, etc.; todo menos la mierda de twiter que no te admite más allá de 140 caracteres y esos yo me los como en el antetitular...) permiten la inmediatez y la difusión universal. Antes, teníamos que escribir un libro, llevarlo a quien nos interesara y tener la suerte de su edición y suficiente difusión, además de que el efecto que produjera su lectura generalmente era desconocido para el autor, no se producía feedback (perdón) o era el de los críticos literarios, una especie siempre bajo sospecha. Por esta parte, las ventajas del blog, cuando no se tienen mayores aspiraciones, están meridianamente claras. Llegas a muchos e inmediatamente; además, pueden comentar en otros espacios fuera del blog.
Más o Menos Así lo comencé en 2006 pero lo tuve parado casi cinco años, como cuando uno deja de ir a nadar o abandona la dieta. Escribí dos o tres entradas y ahí quedó. Desde su origen no permití comentarios en el blog -se pueden hacer pero solamente los veo yo- porque para eso está facebook o blogger en cualquier caso. No quiero que el blog se convierta en una tertulia; ni detractores públicos ni partidarios entusiastas. Esa es una de las partes que me aconsejó la prudencia. Y la prudencia también me aconseja, supongo que no siempre de manera acertada, no entrar en proselitismos ni adoctrinamientos de ningún tipo ni defensas a ultranza.
Trato de mostrarme radicalmente como soy, sin complejos y a la pata la llana y desde la epidermis, sin profundizar en razones que siempre encontrarían su contraria posición de donde en muchos aspectos provengo.
Ya estuve. No voy a ponerme a explicar ahora a nadie por qué sí o por qué no, que es muy aburrido y siempre escasamente convincente y poco esclarecedor e interpretable como incoherencia, porque los cambios de ideas y de actitudes, si son auténticos, responden generalmente a íntimas catársis complejas de explicar. El tránsito entre la ignorancia absoluta y la duda razonable.
Ahora voy a ver si publico esto, porque hay ropa tendida.