4 de julio de 2014

Vida, Fortuna y Honor



Cuando el hombre se rebela y decide su propio destino, compartido y sin reservas ventajistas, cuando simplemente busca su libertad, es cuando compromete su vida, su fortuna y su honor. Ingredientes básicos para alcanzar la gloria de la victoria. 

Eso está escrito en la historia de la humanidad y se llama 4 de Julio. En este caso, Julio con mayúsculas al tratarse de una efeméride decisiva para la humanidad. 

Fueron los tatarabuelos de aquellos que, después de liberar a Europa de las cadenas y asesinatos del fascismo -entregando a más de 500.000 de sus hijos- y restablecido cierto orden, no se fueron del todo y siguieron protegiendo la libertad y la justicia aunque tuvieran que ceder, con desgarro, parte de sus deseos para que nunca volviera a repetirse la locura obcecada de un pueblo soberbiamente ciego.

Entre 1945 y 1946, Estados Unidos desmovilizó a 1,8 millones de soldados y sin embargo la Unión Soviética mantuvo su fuerza de más de 2 millones de soldados aposentados en países de Europa Oriental. Por la fuerza de las armas y la debilidad de la política. Masacrado el fascismo, esos acuerdos de absorción soviética de los estados independientes del este de Europa obligaron al siguiente rearme de Estados Unidos, a la creación de ejércitos multinacionales y a la permanencia de los norteamericanos en bases del continente europeo. Todo para sujetar a un imperio soviético que pretendía -no le sirvió la experiencia de Hitler- imponer su "ideología" al resto de la humanidad. Una "ideología" que les obligó a construir un muro para mantener en sus territorios esa igualdad, justicia y equidad teóricas y esclavas de la libertad. 

La historia fue como fue y nadie puede cambiarla. Nadie les exigió venir ni nadie hubiera podido hacerlo, pero vinieron y dieron su vida, su fortuna y agrandaron su honor y el de la humanidad entera. 

En 1776, muchos muy diferentes entre sí y distintos en su origen, se declararon libres y declararon libres al resto de los hombres a pesar de que entonces ¡bien lo sabían los firmantes! la raza y el sexo eran absolutamente determinantes para poder llevar, o no, una vida relativamente libre, independiente. La consecuencia es que el americano es, generalmente, una persona abierta, en permanente evolución, que reconoce que su vida depende de él -no del estado ni de las instituciones de caridad o no mas que cuando son imprescindibles- y que su desarrollo y evolución es consecuencia de su actitud abierta para hacer suyo el talento ajeno, que inmediatamente lo acogen. 

Es la mezcla lo que les ha engrandecido.

..."Y para robustecimiento de esta declaración, confiados a la protección de la Providencia divina, empeñamos unos a otros nuestra vida, nuestra fortuna y nuestro sagrado honor."