18 de agosto de 2014

ILUMINADOS, primera entrega.


Es posible que desde mi adolescencia, más en concreto desde mayo del '68, mi neurona no haya soportado tanta zafiedad intelectual, tanto discurso populista y falso, tanto redentorismo como en estos últimos meses y a propósito de una empanada mental peligrosísima que se denomina Podemos y que, ojalá yo esté equivocado, emite un discurso perverso además de trasnochado

Aquel mayo/junio francés del '68 generó frases graciosillas y algún hallazgo ("Seamos realistas, pidamos lo imposible"; "La barricada cierra la calle pero abre el camino"; "Decreto el estado de felicidad permanente"; "Prohibido prohibir. La libertad arranca con una prohibición") capaz de dejarte sonado unas décimas de segundo, pero que no avalaba ni la calidad ni las propuestas -mucho menos los hechos- de la ola de protestas juveniles que se extendió, aunque levemente, incluso, por situar dos extremos, hasta Usa y Checoslovaquia.

Mayo del '68, provocó en primera instancia unas elecciones anticipadas que el partido de De Gaulle volvió a ganar y, posteriormente, un referendum sobre la reforma  del Senado con un proyecto de regionalización que De Gaulle perdió. Se exilió a Colombey-les-Deux-Èglises hasta su muerte, poco tiempo después y confortado con los Santos Sacramentos. De Gaulle, como Dios manda, era católico, era un gran militar, era un gran político y un magnífico escritor y orador.

Aquí, en aquel entonces España, no se movió ni la hierba. Algo, lejanamente parecido a ese movimiento -juventud y estudiantes, protestas generales, toma de espacios públicos, inconcreción de propuestas o soluciones- ocurre decenios después: el 15 M o movimiento de los indignados, en 2011. Con esto quiero decir que ciertos movimientos y protestas -todo lo que pacíficamente trate de mejorar las cosas y promover cambios deseables- son bienvenidos por mi y por lo que tienen de agitación de conciencias y de fotografía social, a pesar de que nunca generan grandes cambios, acaban como el rosario de la aurora y permiten que alguno aproveche la comparecencia de los medios para ir haciendo prosélitos. Los grandes cambios los producen los libros y los fusiles.

Herederos de ese 15 M, san Isidro, dos iluminados cogidos de la mano: Iglesias y Monedero, líderes de un partido político que se sitúa en el espacio, grosso modo, de Izquierda Unida (una jaula de grillos), en el terreno ideológico del comunismo pero sin mentarlo dados los resultados que la doctrina ha propiciado al ser humano allí donde se implantó ¡ya es mala suerte estar contra el capitalismo y apellidarse Monedero! Bueno, hay un hombre del tiempo que se apellida Brasero.

Cuando esos dos iluminados asoman la cabeza, lo primero que largan es el discurso de la pobreza, lo segundo que dicen es que Jesucristo hubiera votado Podemos y para rematar nos machacan con el asunto de la superioridad moral de una cosa que, mutatis mutandis, en teoría se llama socialismo. En realidad, cuando funciona, se llama socialdemocracia ¡arrea! o, mejor, capitalismo estatal domado (Dinamarca, por ejemplo) que es algo muy dificil de construir y mantener sin iniciativa privada, sin petróleo y sobre todo imposible sin políticos honrados.

Voy a enrollarme estos días sobre esos tres asuntos de los iluminados Iglesias, Monedero y asociados: pobreza, Jesús de Nazaret y su entorno político y el discurso moral de la izquierda. Lo siento.

Veamos lo de la pobreza, concepto chicle donde los hubiere y sin embargo capaz de seducir. Por una parte, hay gente que visualiza la pobreza en términos de por qué aquel tiene aquello que yo no tengo; por otra parte, los menos, cuestionándose qué puedo hacer por aquel que tiene carencias para que pueda dejar de tenerlas y poniéndose a ello. Finalmente, el mogollón de personas que en la idea de pobreza incluyen todo lo que va desde la simple carencia hasta la indigencia pasando por la precariedad. Porque en realidad, el discurso de la pobreza de Podemos lo que quiere transmitir es una idea de que en Ex-paña en 2014 existe una clase de parias, un segmento de población excluido de las ventajas que otros tienen y que están socialmente marginados. No hay tal clase; hay, desgraciadamente personas que están en situaciones límite, sin apenas recursos y sobreviviendo de milagro. Sin embargo, estos iluminados y otras organizaciones hablan de más de dos millones de niños pobres en España y los retratan muy sucios y jugando entre vertederos.

La pobreza económica nos refiere a las necesidades básicas materiales e intelectuales y sus carencias; la pobreza estadística nos sitúa en un umbral, un indicador concreto: técnicamente es pobre aquel que no puede ingresar la mitad de quien está situado justamente en la mitad del abanico de rentas. Acotar el concepto es simple, en principio, pero los iluminados políticos del socialismo no entran en detalles y el discurso, sin premisas, pasa directamente a una conclusión: si llegamos al poder, eso lo vamos a cambiar, porque podemos. Y si no existe la penuria siempre existirá, para una mayoría, la precariedad y ahí es fácil establecer agravios; agravios que van a solucionar los iluminados en cuanto tengan poder, pero no dicen cómo. Hacen sonar la música, aunque desafinada, que nos gusta escuchar a todos; marketing político, fontanería, de la sensiblería y la telenovela.

Es lo que explota Podemos y algo que cada generación se merece, soportar el discurso infantil, primario, elemental y torticero de algún contemporáneo capaz de redimirlos a todos de las injusticias, la explotación y la pobreza.

¿Por qué? Porque en términos de debate la delimitación de la pobreza es dificil, porque el término desigualdad no conmueve y porque saben que la penuria de los pobres condiciona el bienestar de los ricos.

Su mensaje es de exageración, en el contexto de España y de la UE: denuncian más riqueza y más pobreza de la que realmente hay. Pero siembran cantando sus caridades, sus limosnas. Exactamente al revés de cómo debe entenderse y aplicando drásticamente aquel principio que dice que la caridad empieza por uno mismo.

La pobreza intelectual de Iglesias, su falta de criterio, se muestra cuando habla de los derechos de los pueblos -la cosa incluye desde un bloque de casas de Navacepedilla de Corneja hasta el universo- y olvida que los derechos son de las personas, por acumulación incluso de grupos de personas, no de los pueblos que, como la pobreza, son chicles y clichés para elementales elementos.

O a lo peor no son intelectualmente pobres, son listos y perversos que pretenden el voto de las mayores pobrezas: la ignorancia y el resentimiento.