Ya se sabe que es menos noticiable el perro que muerde al hombre que el hombre que muerde al perro. Siempre la excepción de la norma impacta más en la audiencia que el suceso costumbrista o el hecho previsible.
Los medios de comunicación social tienen, dentro de su misión informativa, la tarea especial, relevantemente beneficiosa, de la denuncia de los abusos, atropellos, del poder y de los poderosos, de todas aquellas situaciones jerarquizadas y desiguales en las que una parte explota a la otra para su exclusivo beneficio.
En España, en este 2014, hay abiertos más de 1.600 casos de corrupción política con más de 500 imputados de todos los partidos, colores, tendencias y territorios. No vale decir que aquí no pasa nada o que pasa igual que en otros países de nuestro entorno; aquí pasa más o tanto como donde más. Aquí están El Buscón, Rinconete y Cortadillo, Lázaros, Guzmanes y Trapazas; no vamos a equivocar ahora nuestro genotipo.
En España, en este 2014, hay abiertos más de 1.600 casos de corrupción política con más de 500 imputados de todos los partidos, colores, tendencias y territorios. No vale decir que aquí no pasa nada o que pasa igual que en otros países de nuestro entorno; aquí pasa más o tanto como donde más. Aquí están El Buscón, Rinconete y Cortadillo, Lázaros, Guzmanes y Trapazas; no vamos a equivocar ahora nuestro genotipo.
Esa tarea de denuncia, a su vez, genera abusos del poder que sin duda tienen los medios de comunicación. Cuarto poder se decía de la prensa, pero en realidad es de los medios, hoy la televisión significativamente, siempre sometidos a uno de los otros tres poderes, el Judicial al mismo tiempo que son capaces de influir tanto en el Legislativo como en el Ejecutivo.
No se puede negar la evidencia de que el poder es la antesala de la corrupción. Si no tienes el poder de decisión, de concesión de la obra, de recomendación del individuo, de modificación del pliego de condiciones, no tienes las herramientas para corromper. Si no tienes la información, no tienes la capacidad de chantajear.
Los medios de comunicación se conciben desde la idea de aquel político alemán, Hans-Dietrich Genscher, que mantenía que "La prensa es la artillería de la libertad" hasta la visión de una actividad como simple negocio, en donde la verdad deja de ser la base de la información y se adapta, o mejor se prostituye, para que produzca resultados beneficiosos en la cuenta de explotación. Es decir, amoralidad.
Una opinión algo extendida en España plantea que nuestra imagen internacional está deteriorada por culpa de "los periodistas", no a causa de los hechos sino por su difusión. Puedo convenir que, en los extremos, la denuncia se convierta en payasada dado que el personaje a veces devora al hecho. Por una dejada de vehículo durante dos minutos en carril bus, a una política le ha caído la mundial y unos medios han exagerado los hechos hablando de "huida" y "desacato" y otros los han minimizado. Si soy yo el que deja el coche, huye y desacata no se entera ni mi mujer. Quiero decir que es en el emisor y no en el medio donde se genera lo noticiable, para interesar a uno u otro receptor, a una u otra audiencia. Cuando en el emisor hay falsedad o error o manipulación interesada, hay falta o delito o amoralidad, es decir mentira, y el receptor acaba desenmascarándolo y siempre termina por mostrarse la realidad, porque como expresó magníficamente Cocteau "Un vaso medio vacío de vino es también uno medio lleno, pero una mentiras a medias, de ningún modo es una media verdad."
En España, los medios de comunicación son peculiares, sin duda. Que de modo secular, en la prensa escrita, un diario deportivo sea el lider -y con diferencia- en términos de difusión creo que denota la actitud del consumidor de medios de información. Que las tardes de televisión, y muchas noches, estén abanderadas por programas que son verdaderos patios de Monipodio o tertulias tan vomitivas como sectarias no siginifica nada más allá de los hechos que allí se describen y califican, más allá de las personas que intervienen en ello.
Su infuencia, la influencia de los medios de comunicación, en la sociedad es innegable pero en tantos sentidos y direcciones como la propia sociedad acaba demandando porque aquí también vale la ley de la oferta y la demanda, básicamente, y el consumidor no es tonto, no es susceptible de engaño permanente. Son los mismos medios que han destapado corrupciones intolerables, corruptelas inaceptables y cuya labor, finalmente, es más depurativa y constructiva que destructiva y contaminante.
Se puede matar al mensajero, se puede cercenar la libertad de expresión, pero entonces ¿cómo sería la imagen de España en el extranjero? No somos ahí, muy diferentes de italianos, franceses o sajones y anglosajones, con prensas amarillas prácticamente gualdas iridiscentes.
No se puede negar la evidencia de que el poder es la antesala de la corrupción. Si no tienes el poder de decisión, de concesión de la obra, de recomendación del individuo, de modificación del pliego de condiciones, no tienes las herramientas para corromper. Si no tienes la información, no tienes la capacidad de chantajear.
Los medios de comunicación se conciben desde la idea de aquel político alemán, Hans-Dietrich Genscher, que mantenía que "La prensa es la artillería de la libertad" hasta la visión de una actividad como simple negocio, en donde la verdad deja de ser la base de la información y se adapta, o mejor se prostituye, para que produzca resultados beneficiosos en la cuenta de explotación. Es decir, amoralidad.
Una opinión algo extendida en España plantea que nuestra imagen internacional está deteriorada por culpa de "los periodistas", no a causa de los hechos sino por su difusión. Puedo convenir que, en los extremos, la denuncia se convierta en payasada dado que el personaje a veces devora al hecho. Por una dejada de vehículo durante dos minutos en carril bus, a una política le ha caído la mundial y unos medios han exagerado los hechos hablando de "huida" y "desacato" y otros los han minimizado. Si soy yo el que deja el coche, huye y desacata no se entera ni mi mujer. Quiero decir que es en el emisor y no en el medio donde se genera lo noticiable, para interesar a uno u otro receptor, a una u otra audiencia. Cuando en el emisor hay falsedad o error o manipulación interesada, hay falta o delito o amoralidad, es decir mentira, y el receptor acaba desenmascarándolo y siempre termina por mostrarse la realidad, porque como expresó magníficamente Cocteau "Un vaso medio vacío de vino es también uno medio lleno, pero una mentiras a medias, de ningún modo es una media verdad."
En España, los medios de comunicación son peculiares, sin duda. Que de modo secular, en la prensa escrita, un diario deportivo sea el lider -y con diferencia- en términos de difusión creo que denota la actitud del consumidor de medios de información. Que las tardes de televisión, y muchas noches, estén abanderadas por programas que son verdaderos patios de Monipodio o tertulias tan vomitivas como sectarias no siginifica nada más allá de los hechos que allí se describen y califican, más allá de las personas que intervienen en ello.
Su infuencia, la influencia de los medios de comunicación, en la sociedad es innegable pero en tantos sentidos y direcciones como la propia sociedad acaba demandando porque aquí también vale la ley de la oferta y la demanda, básicamente, y el consumidor no es tonto, no es susceptible de engaño permanente. Son los mismos medios que han destapado corrupciones intolerables, corruptelas inaceptables y cuya labor, finalmente, es más depurativa y constructiva que destructiva y contaminante.
Se puede matar al mensajero, se puede cercenar la libertad de expresión, pero entonces ¿cómo sería la imagen de España en el extranjero? No somos ahí, muy diferentes de italianos, franceses o sajones y anglosajones, con prensas amarillas prácticamente gualdas iridiscentes.