14 de enero de 2015

¡Paren esto, que me bajo!

Los asesinatos de París han provocado reacciones, especialmente en las redes sociales, más propias del histerismo y la compulsión que de la sensatez o mesura. La coctelera de sentimientos, conceptos desbarrados, desconocimientos supinos que han equiparado religiones con extremismos, libertades con libertinajes, me han dejado perplejo. 

La primera causa de mi perplejidad ha sido la desconsideración informativa, prácticamente total, a tres policías -uno de ellos musulman- fallecidos en los atentados, una mujer y dos hombres. También, con sordina y en un tono menor, toda la información sobre los judios asesinados en el supermercado. Mucho más ruido social, mucha más defensa y solidaridad con Charlie Hebdo -que a fin de cuentas es un producto a la venta- que con estos tres policías pobres desgraciados y sus familias, que con los cuatro clientes de comida kosher en el Hiper Cacher. No entiendo las diferencias de trato. 

El segundo hecho que me ha confundido está relacionado con el concepto de libertad de expresión, una noción que de pronto y mayoritariamente ha resultado ser aval, curiosamente, para que la intolerancia a ciertas religiones por parte del ateísmo militante -ese proxeneta que argumenta siempre a base de descalificar e insultar las creencias del contrario- pueda campar a sus anchas zahiriendo a diestro y siniestro.

Tal vez en el caso de la revista ¿satírica humorista? la idea de que las caricaturas de Mahoma, los insultos y desprecios a la religión islamista, han provocado la reacción de los terroristas para tratar de acallar voces libres, tal vez esa idea, tenga algún soporte. Pero la motivación de los asesinos terroristas no es limitar la libertad de expresión en Occidente, una quimera en cualquier caso. Quiero decir: esas mentes enfermas atacan símbolos potentes de los infieles (las Torres Gemelas, Londres, Estámbul, Moscú, etc.) y la revista Charlie Hebdo podría ser referente de libertad de expresión en la cabeza de occidentales pero nada más lejos, sin embargo, de la mente de un terrorista: el concepto de libertad de expresión es inexistente en su cultura, así como el de libertad religiosa. Actúan y actuarán por simple venganza -en este caso, por odio exacerbado- y siempre sobre el hecho concreto, no sobre la existencia de un soporte informativo que hace escarnio de esa y otras religiones, de esa concepción del mundo y de otras muchas ampliamente distantes de la sociedad y cultura musulmanas. 

Hay un tercer aspecto que pasa inadvertido, el mercadeo. Ahora mismo hay un individuo -supongo que enfermo mental severo- que ha pujado 11.000 euros por un ejemplar de la nueva edición del Charlie. Se ha realizado, por lo visto, una primera tirada de 3.000.000 de ejemplares, a 3 euros la unidad.

Vean la noticia en La Nación.com: "Una persona que ofrece el semanario a 89 dólares ya vendió 174 ejemplares en pocas horas, mientras que otra logró vender 73 a 150 dólares cada uno. Una persona que puso como precio de referencia un ambicioso 14.672,48, todavía no tuvo éxito con las ofertas. Otro logró que del precio inicial de 9,99 dólares ya estén ofreciendo 202,5 por un ejemplar de la revista". Estoy seguro de que el consejo de redacción de Charlie Hebdo va a hacer llegar a los familiares de los policias y los judios asesinados una parte, por simbólica que sea, de los enormes beneficios que suponen la venta de ejemplares por valor de 9.000.000 de euros.

Finalmente, me ha dejado atónito la falta de seguridad en la propia sede de la revista.  Ya el 22 de septiembre de 2012, la policía detuvo a un hombre por haber llamado a decapitar al jefe de redacción desde una web yihadista. .Muchos creíamos que, desgraciadamente, las amenazas de Al Qaeda -en dos ocasiones se había referido públicamente al semanario- podrían materializarse en un acto asesino como el que ha ocurrido.  

Una semana desquiciante. Europa volverá a estar feliz y encantada de sus libertades en unos pocos días.  Para bajarse en marcha.