10 de mayo de 2015

La Tarde de los Milagros


La última vez que me enamoré, de eso hace ya decenas de años, sonaban canciones de Lucio Dalla (q.e.p.d.), también de Lucio Battisti -Prendila Così: Prendila così non possiamo farne un dramma, conoscevi già hai detto i problemi miei di donna certo che lo so certo che lo so non ti preoccupare tanto avrò da lavorare forse è tardi e rincasare vuoi- y The River en versión directo Springsteen a pleno pulmón con aquel saxo bestial insuflado por Clarence Clemons (q.e.p.d.). 

Había un tema, muy especial para mi, de Dalla, un poeta mayor, titulado La sera dei miracoli que aquí abajo os dejo con la recomendación de que lo escuchéis tranquilamente, sin necesidad en esta ocasión de poner el volumen de los altavoces a reventar. Es hermético, nostálgico, parecen repicar campanas; después, siempre quería escucharlo una vez más.

Ayer tarde, en la misma Roma de La sera dei miracoli, se reprodujo un milagro mayor en mi familia, un hecho fabuloso, inalcanzable desde el entendimiento para los que somos burdos paletos creyentes apegados al gustirrinin y las flaquezas. Mi sobrino Alejandro, radiante, como un sol de guapo, se ordenó sacerdote en la Iglesia de San Eugenio. Digo que se reprodujo este milagro porque en nuestra sangre llevamos remotamente, a dos bandas, la experiencia de la renuncia, tan radical, a las pompas en tres ocasiones anteriores: Eduardo, Felisa y María Luisa; al menos, que yo sepa. Ahora Alejandro.

Un auténtico milagro que a mi me conmovió porque -otro milagro, este tecnológico, prescindible- lo vi en directo, en mi portátil, emocionado. Muchas tardes atrás, cuando por primera vez caminé frente a la fachada de la iglesia de San Eugenio, a tiro de piedra del Tévere, sin percibirla, me hubiera resultado imposible creer que otra tarde, la de ayer, sábado 9 de mayo de 2015, la melodia, sin sonar, y el texto, sin palabras, de La sera dei miracoli lo relacionaría con imágenes tan hermosas como las retransmitidas por la gracia de Dios y la tecnología humana. P'aromperselalma.