6 de enero de 2016

La Noria Permanente

Despacito y silenciosamente han entrado los Magos y han dejado orillado a mi zapato el milagro de un año más. Mi calendario anual, desde niño, se cierra y se abre a primera hora de la mañana de Epifanía, inmediatamente después del prodigio de la visita de los Reyes de Oriente guiados -sus almas son su gps- hasta la presencia de un Niño que creían que era de Dios y era Dios mismo.

El ciclo se repite permanente e incansable, monótono si no fuera por los cambios de paisaje y paisanaje que la vida nos trae. Para algunos un solemne tostón de paisaje, en realidad. Pero si eres capaz de arrancar a cada vuelta de la manecilla del reloj una inquietud en los minutos pares y un sobresalto en los impares, el panorama cambia radicalmente. 

Es el efecto noria que, girando sobre nuestro propio eje, al ascender nos amplía el horizonte y el conocimiento, al pararse en lo alto serena nuestro ánimo y nos permite reposar el pensamiento, reconocer aquello que antes pasaba desapercibido e inane como necesario y valioso.  Cuando empieza a descender, en mi caso tal vez en este 2015 -o probablemente hace ya más años- se acotan las inquietudes y los sobresaltos son meras repeticiones de desasosiegos ya experimentados; entonces, por Epifanía pides al menos una vuelta más y no sabes bien por qué. 

Un año después compruebas si los Magos te lo concedieron y si la concesión fue gratificante o resultó una enorme putada: si voltearon la noria lenta y cansinamente, que es como pasa la vida cuando vienen mal dadas, o aceleraron con agradables sorpresas y regalos el viaje entre enero y diciembre injertando una primavera inolvidable y un verano lleno de sol, agua salada, ventolinas, chicas voluptuosas y muchachos incluso vigorosos de corazón y mente. A veces la noria repite durante unas cuantas vueltas, para bien y para mal. 

Una vez que estuve en Londres con Mercedes quise subir al London Eye y no fue posible y lo sentí y este verano de 2015 quise hacerlo en la noria del Prater, en Viena, y no fue posible y lo sentí. Así, con ciertas contrariedades menores, ha pasado el año y ahora que se abre uno nuevo quería contároslo y deciros que si no pude subir a la noria no fue por vosotros, fue por mí que no supe sacar el ticket y por eso los Magos me han dejado un año más y también un poco de carbón en mi zapato.

Pero las norias están ahí y girando permanentemente.