Hace ya muchos años coincidí en una multinacional, quizá durante las últimas dos o tres temporadas de las casi diez ¡oh, milagro! que fui capaz de resistir en nómina, con un tipo estupendo que acabó reposando su esqueleto en Nintendo España, como jefe de la cosa marketing comunicación y eso. He sabido que hizo, o hace, una meritoria labor profesional a la vez que escribe libros, o redacta recuerdos, sobre la publicidad, los publicitarios y otras raras especies. Y estos días me acuerdo de él espoleado por ese éxito tremendo que por lo visto y según la prensa ha obtenido un ¿video juego? llamado Pokémon Go precisamente de Nintendo.
La cosa consiste en jugar a través del teléfono móvil a cazar una serie de criaturas ficticias que deambulan por tu propia realidad circundante, por la misma calle o plaza o estación de tren o aeropuerto o playa o donde uno quiera que esté y cobrar la pieza y a más cobradas más éxito. Van por las calles como para matarse, cruzando de acera a acera o esquivando farolas en el último nanosegungo, sin levantar la vista; algunos incluso juegan mientras manejan el auto.
Ha sido todo un acontecimiento que no acabo de comprender, pero que seguro tiene, aparte el componente moda, su aquel y su razón de ser. Probablemente la inmensa soledad que padecen muchos individuos modernos en medio de la muchedumbre, incapaz de superarla con un buen libro, su propio cacumen o la visita a un museo ¿no es cierto?
En su punto más álgido, Pokémon Go ha conseguido 40 millones de usuarios activos a la vez, con ocupación similar a las de las aplicaciones más populares como Facebook o Twitter.
Ha sido todo un acontecimiento que no acabo de comprender, pero que seguro tiene, aparte el componente moda, su aquel y su razón de ser. Probablemente la inmensa soledad que padecen muchos individuos modernos en medio de la muchedumbre, incapaz de superarla con un buen libro, su propio cacumen o la visita a un museo ¿no es cierto?
En su punto más álgido, Pokémon Go ha conseguido 40 millones de usuarios activos a la vez, con ocupación similar a las de las aplicaciones más populares como Facebook o Twitter.
Ante ese tremendo éxito de cosecha de idiotas se me había ocurrido -desde aquí estaba dispuesto a brindar gratis la idea- que sería mucho más atractivo sustituir esos muñecos por personajes reales de modo que yo mismo pudiera perseguir y cazar a Elsa Pataki en pelotas, a Pedro Sánchez en su chiringuito de Mojácar, a Messi paseando por Puerto Madero de incógnito o a cualquier otro ser humano para mí deseable por concupiscencia, amor u odio.
Pero he llegado tarde. Alguien ha decidido realizar ya la primera adaptación porno, también en video juego en streaming (descarga continua) y, una vez más, la vida me ha mostrado que nunca seré de los primeros de la clase ¡un asco!