4 de septiembre de 2016

Mito y Realidad o Histeria Colectiva y Filantropía

En el verano del '97 me vi sorprendido por dos hechos: la súbita muerte de Diana de Gales y el esperado fallecimiento de Teresa de Calcuta, hoy santa Teresa de Calcuta. La primera falleció en accidente nocturno y libidinoso el 31 de agosto, a los 36 años. La santa murió a los 87 años, de paro cardiaco como es habitual y, por su edad y dolencias, más que previsiblemente.

Me vi sorprendido por la coincidencia en el tiempo, pero -sobre todo- asombrado por el efecto social que, al menos en Europa, produjeron una y otra desapariciones. 

La histeria social, contagiosa y furibunda, que produjo la muerte de Diana de Gales me resulta ininteligible y solamente alcanzo a comprender parte del fenómeno a la luz de nihilismo imperante, el morbo que explotaron los medios y el factor sorpresa. Se dieron valoraciones absolutamente exageradas sobre el personaje, desbordando la realidad de una mujer abatida, un juguete roto, y calificando a la princesa con juicios de valor que elevaron a mito lo que era, sencillamente, una persona -como demostraron los hechos y su propia biografía- absolutamente prescindible en la historia de UK. Esto no lo entendió gran parte de sus conciudadanos aunque sí su suegra, la reina Isabel, que reaccionó con frialdad rebajando su popularidad en esos momentos y desatando una oleada de críticas impensables en esa sociedad que hoy adora a su soberana. El tiempo dió la razón a Isabel II: el cuento de hadas que vendieron la televisión a todo trapo, los periódicos y revistas a toda plana, desde la boda de Diana con Carlos hasta los nacimientos de los dos hijos era todo falso como moneda de madera, ficticio y aparente.

Teresa de Calcuta apenas tuvo unas referencias en los medios informativos de nuestro entorno, algo muy somero, aunque homenajes y profundo reconocimiento en la India donde dejó un enorme vacío, reconocimiento que se expresó en un funeral de Estado trasladando su féretro en el mismo carruaje en que se portaron los restos de Mahatma Gandhi, otro personaje enorme, de gran talla, aunque incomparable con ella. Y poco o nada más.

Estos días la Iglesia Católica, el Papa Francisco, ha canonizado a Teresa y eso supone unos requisitos que no tienen equiparación posible con Nobeles o cualquier otro tipo de galardón que Teresa recibió en vida. 

Mi asombro fue tal que, entre otras muchas sabias y brillantes, una frase de Teresa me caló profundamente y la relacioné con la vida y muerte de Diana: "La mayor enfermedad hoy día no es la lepra ni la tuberculosis sino mas bien el sentirse no querido, no cuidado y abandonado por todos."

Creo que Diana debió sufrir de esa enfermedad severamente; su pueblo, de la de histeria colectiva.