De la voluntad y el libre albedrío me pierden su comprensión y su sentido más profundo, sus territorios -orografías incluidas- y límites porque son las facultades que distinguen al ser humano, tan estrecha e indisolublemente relacionadas.
La capacidad y disposición de tomar uno u otro camino y la determinación de decidir, de elegir, racional pero justamente, moral y acertadamente -incluso contra el primer instinto o deseo de uno mismo- eso que empuja adelante frente a la adversidad, es admirable y a veces hasta resulta prodigioso hablando de héroes o de santos. Dejando atrás la desidia, perseverando, excepcionalmente se llegan a alcanzar algunos minutos de felicidad, según me cuentan. La gloria viene después, cuando libremente por voluntad y deseo, por emprendimento y esfuerzo se alcanza el paraíso.
La capacidad y disposición de tomar uno u otro camino y la determinación de decidir, de elegir, racional pero justamente, moral y acertadamente -incluso contra el primer instinto o deseo de uno mismo- eso que empuja adelante frente a la adversidad, es admirable y a veces hasta resulta prodigioso hablando de héroes o de santos. Dejando atrás la desidia, perseverando, excepcionalmente se llegan a alcanzar algunos minutos de felicidad, según me cuentan. La gloria viene después, cuando libremente por voluntad y deseo, por emprendimento y esfuerzo se alcanza el paraíso.
Importa la razón, pero también el impulso y a veces los acontecimientos o la mera intuición, hacen emprender un proyecto a pesar de la falta de medios y del miedo al fracaso.
Caminando por el muelle de pescadores de Portonovo, a finales del verano pasado, me encontré con una jugada maestra de la sugestión para especular con la voluntad y el libre albedrío. Un pesquero llamado Sin Querer Dos.
¿Sin amor? ¿Por dos veces sin amor, sin querer? ¿Sin propósito, dos veces sin propósito? Sin querer ¿qué? ¿Sin querer salir a la mar pero obligado? ¿Sin querer saber lo que se pretende? Probablemente ocurrió algo por descuido, de modo involuntario y se hizo a la mar sin querer o navegó sin amor.
Ocurrió repetidamente o sostenidamente porque el armador lo bautizó como Dos, dándonos a entender que hubo un pesquero anterior, un simple Sin Querer. O tal vez, un armador guasón, riéndose de su fortuna o su mala suerte porque aquello que sucedió sin querer se repitió, para bien o para mal y fueron dos veces las alegrías o dos veces las penurias. Dos travesías de idénticos rumbos.
Ocurrió repetidamente o sostenidamente porque el armador lo bautizó como Dos, dándonos a entender que hubo un pesquero anterior, un simple Sin Querer. O tal vez, un armador guasón, riéndose de su fortuna o su mala suerte porque aquello que sucedió sin querer se repitió, para bien o para mal y fueron dos veces las alegrías o dos veces las penurias. Dos travesías de idénticos rumbos.
Pensé y repensé en la cantidad de ocasiones en que sin querer herimos y salió una cuenta espeluznante, una suma muy superior a aquella otra en las que queriendo, con plena voluntad, intencionadamente somos capaces de satisfacer o reparar o mejorar estrecheces, calamidades de situaciones o personas. Y es que dentro de la voluntad está lo querido y sin embargo dentro de lo emocional está lo simplemente deseado y somos ¡ay, siempre! mucho más emoción que razón.
De improviso te topas con un mensaje. Preguntas al último que salta a tierra, que suele ser el armador o el patrón, para saber qué significado real tiene ese Sin Querer Dos:
-Eu non sei. O meu pai nunca me dixera.
No me atreví a preguntar si ese Dos era por su voluntad, heredada de su padre, o los dos Sin Querer fueron producto del mismo contumaz y curtido marinero, del mismo suceso improbablemente grato o incluso si hubo dos que, simplemente, no se querían ni en tierra ni abordo ni por casualidad.
El padre, eso es casi seguro, tuvo la determinación de botar su pesquero con el nombre de Sin Querer, pueda ser que para excusarse de algo que no hizo bien o que lo hizo -pura condición humana, puro arrebato y por lo corto- como yo he hecho ahora esta parrafada: sin querer.
El padre, eso es casi seguro, tuvo la determinación de botar su pesquero con el nombre de Sin Querer, pueda ser que para excusarse de algo que no hizo bien o que lo hizo -pura condición humana, puro arrebato y por lo corto- como yo he hecho ahora esta parrafada: sin querer.