Estos días he despejado pequeñas incertidumbres, las que requieren de un acto excepcional para confirmar la relación que te une con personas concretas, su nivel y calidad humana. Y es que en lo cotidiano, en lo ordinario y habitual, en la costumbre se mecanizan las relaciones y finalmente uno puede confundir admiración con mero reconocimiento, afecto con profundo apego, cariño con amor ¿no es verdad?
En lo excepcional -el cerebro de Einstein- está la magia. Cuando se convierte en norma, se termina la poesía, se barruntan pinceladas sin sentido, caben las notas desafinadas y o se tensa la norma para encajar en ellas las excepciones o la vida se convierte en un lastre de aburrimiento.
Lo excepcional que estos días me ha permitido despejar incertidumbres ha consistido en una intervención que llaman PTR, para evitar decirlo con todas sus palabras: prótesis total de rodilla. Te ponen unos hierros en la base del fémur y la cabeza de la tibia y a tirar millas. Tan excepcional es la intervención -más allá del hecho quirúrgico en sí- que, en el peor de los casos, eso sólo puede ocurrir dos veces per cápita o una vez por pierna.
El hambre pero también la opulencia, la salud pero también la enfermedad tornan en norma o excepción en cualquier momento. Admitimos nuestra norma y la imponemos y de pronto nos sorprende la excepcionalidad que -lo habíamos olvidado- en alguna etapa anterior fue norma en nuestra vida, la misma experiencia, el mismo dolor, desasosiego.
Sale uno del quirófano, que viene siendo en general algo excepcional, para encontrarse con tres listas: la de los que te acompañaron (short list, que dicen en los festivales de cine una vez seleccionada la basura a premiar y algún mérito) aunque fuera en la distancia, la de los que cubrieron las apariencias que es una lista entre guasap, sms y buzón de voz y, finalmente, la lista de los que pasaron de largo y debían haberse apeado un minuto al menos o eso se esperaba. Esto vale para defunciones y bodas, también para pérdidas de empleo y divorcios.
Hay casos, en la excepcionalidad, colgados de hipocresía y pretenciosidad, entre la falsa urbanidad social y el menudeo del relaciones públicas, ese que hace como que no sabe o como que sabe cuando no sabe o sí sabe. Y entonces, vas y les dices:
-Me han hecho una intervención PTR. Y, como si lo hubiera entendido el tipo va y te suelta:
-¿Y qué tal?
-Bien, estoy esperando a ver si pitan los arcos de seguridad en los aeropuertos.
Y cuando constatas si pitan o no pitan entras en la certidumbre, terminan las dudas. Ya sabes a qué te tienes que atener y con quién.
Lo excepcional que estos días me ha permitido despejar incertidumbres ha consistido en una intervención que llaman PTR, para evitar decirlo con todas sus palabras: prótesis total de rodilla. Te ponen unos hierros en la base del fémur y la cabeza de la tibia y a tirar millas. Tan excepcional es la intervención -más allá del hecho quirúrgico en sí- que, en el peor de los casos, eso sólo puede ocurrir dos veces per cápita o una vez por pierna.
El hambre pero también la opulencia, la salud pero también la enfermedad tornan en norma o excepción en cualquier momento. Admitimos nuestra norma y la imponemos y de pronto nos sorprende la excepcionalidad que -lo habíamos olvidado- en alguna etapa anterior fue norma en nuestra vida, la misma experiencia, el mismo dolor, desasosiego.
Sale uno del quirófano, que viene siendo en general algo excepcional, para encontrarse con tres listas: la de los que te acompañaron (short list, que dicen en los festivales de cine una vez seleccionada la basura a premiar y algún mérito) aunque fuera en la distancia, la de los que cubrieron las apariencias que es una lista entre guasap, sms y buzón de voz y, finalmente, la lista de los que pasaron de largo y debían haberse apeado un minuto al menos o eso se esperaba. Esto vale para defunciones y bodas, también para pérdidas de empleo y divorcios.
Hay casos, en la excepcionalidad, colgados de hipocresía y pretenciosidad, entre la falsa urbanidad social y el menudeo del relaciones públicas, ese que hace como que no sabe o como que sabe cuando no sabe o sí sabe. Y entonces, vas y les dices:
-Me han hecho una intervención PTR. Y, como si lo hubiera entendido el tipo va y te suelta:
-¿Y qué tal?
-Bien, estoy esperando a ver si pitan los arcos de seguridad en los aeropuertos.
Y cuando constatas si pitan o no pitan entras en la certidumbre, terminan las dudas. Ya sabes a qué te tienes que atener y con quién.