Me voy a dejar llevar por el instinto o el atrevimiento más que por la reflexión, no digo la prudencia, valor inalcanzable en mi caso. No se lo recomiendo a nadie.
Los cristianos en general, los católicos en particular, hemos hecho algo muy mal al punto de que estas fechas, que celebran el acontecimiento histórico y la figura más trascendentes e incomparables de la historia de la humanidad, han pasado de celebración de un nacimiento extraordinario a unas vacaciones, vulgares vacaciones, consumistas vacaciones, materialistas vacaciones. Aparentes días de encuentro familiar reducido a chistes entre cuñados y alguna nostalgia.
En ese contexto, una señora que manda -más bien mandada- en el Ayuntamiento de Madrid ha decidido reducir un Nacimiento, que en pleno centro, en el Palacio de Cibeles, se colocaba para deleite de niños, ancianos y transeuntes, de casi treinta metros a menos de ocho. Yo lo vi varias veces, y era bonito; los hay mejores, pero merecía la pena visitarlo: ahí se formaban bajo el frío, incluso la llovizna, largas colas de personas de todo tipo, condición y creencia. Ahora ya no.
Además, esa misma corregidora -en toda la extensión del término y siempre para mal y siempre retorcidamente- ha suprimido el belén de la Plaza de la Independencia. Explicación para ambas decisiones, ni una lógica o discutible. Como no lo tienen sus políticas de derogación de los acuerdos con la Santa Sede, sancionar a los templos religiosos por exceso de ruido o fomentar las “religiones discriminadas” mediante subvenciones públicas. Del cachondeo y rechifla que ha hecho con los Magos de Oriente, ni hablo. Yo tengo una explicación para ese comportamiento y actitud de la podemita, una explicación que no debería decirla, que es políticamente inapropiada, pero la digo: la bilis que excreta la alcaldesa, el resentimiento
Se lo conté a Mercedes y me dijo que es la tendencia. Me comentó que en USA ahora, en estas fechas, ya muchos se desean "happy hollidays", que es lo políticamente correcto, nada de "merry Christmas". Ella sabe de eso más que yo y sin embargo no deja de sorprenderme que en esa sociedad (73% de los estadounidenses identificándose como cristianos en 2012) tan libre y variopinta también esté cuajando la idea de someterse a lo políticamente cobarde o perverso.
Al margen de esquizofrenias sociales colectivas, de que siempre unos pocos nieguen las evidencias y sostengan que las Torres Gemelas cayeron porque lo decidió la CIA o que los vikingos llevaban cascos con cuernos, la historia constata hechos incuestionables y también al margen de sus interpretaciones. Cualquier pasaje de la vida de Jesús de Nazaret puede ser interpretado, ensalzado o retorcido; no su nacimiento y su existencia, como humano, durante aproximadamente treinta y tres años en la tierra. Eso, el nacimiento de Cristo, es lo que celebra la Navidad, no la asistencia a grandes almacenes ni las cenas familiares ni los reencuentros y abrazos y besos efusivos y mucho menos el solsticio de invierno.
Lo que se conmemora es el nacimiento de un ser humano que para algunos de nosotros es Dios, que sobrevive más de veinte siglos en millones de corazones porque nos enseñó que el amor es lo primero de todo, que el perdón está incrustado en el mismo acto de amar y que en el amor no existe la ofensa, la falta, el pecado. Y que amar significa hacerlo como a uno mismo. Y que amar no es estar de vacaciones, es tratar de dar felicidad a los que nos rodean.
Por todo eso, la Navidad, significado y significante, es imprescindible que ocurra, que una vez al año durante unas horas recordemos el nacimiento de Quien más que nada ni nadie nos habló de libertad, nos predicó el amor frente a la venganza o el odio y nos obligó al perdón.
Por todo eso, la Navidad, significado y significante, es imprescindible que ocurra, que una vez al año durante unas horas recordemos el nacimiento de Quien más que nada ni nadie nos habló de libertad, nos predicó el amor frente a la venganza o el odio y nos obligó al perdón.
No debería tener que decirlo, por obvio, pero Navidad es justamente lo contrario de entrar en una capilla, sacarse las tetas y provocar a aquellos que están orando o menguar los belenes o suprimir nacimientos o travestir a los Magos de Oriente. Son ganas de ofender causadas por la astenia en el amor.
Feliz Navidad.
Feliz Navidad.