5 de enero de 2017

Magos de Oriente


Queridos Reyes Magos:

Por la presente voy a solicitar a SSMM una retahíla de peticiones que serán merecedoras de su atención, seguro, y más allá de su atención de alguna de sus concesiones. Más que seguro.

Para los de aquí, los más próximos en la virtualidad, a todos mucha salud: a Cas y los suyos; a Soy que está como una flor pero las ha pasado jodidas; a la madre de Reina; a todos ellos de modo especial. A Dalma, a Majariega, a Torrefactor, a Silvia y Andrés, a Mencey, a Pelea Pelé, a Sofía, a O’clock y Sebas, a otros cincuenta y tantos habituales que me escriben o comentan y a mí mismo, a los mirones aquí y allá –este... ¿vos viste? ¿no es cierto?- salud, mucha salud, pero en plan estándar, o sea transaminasas, colesterol, marcadores y tensión arterial correctas y ya. Por favor, MM.

Para mis más queridos por la sangre, por el condumio compartido, por la simple amistad o el amor, voy a pedir reposo en el cansancio, visión ante el problema, tranquilidad frente al infortunio y la dicha de transitar el año sonriendo.

Para mis más despreciados, para los que van del no a la descalificación permanente, los que son incapaces de romper el cascarón de su soberbia, que ignoran las probables buenas razones del contrario, los arrogantes que esconden su miope autosuficiencia bajo una falsa humildad, para ellos pido dos pellizcos en el alma y una patada en la nalga izquierda para que les baje del pedestal a la realidad de nuestras miserias, a la caries dental y la gastroenteritis recurrente.

Para España, un poco de discernimiento, en los políticos sobre todo. Si de paso ustedes pueden hacer que desaparezca la envidia y el resentimiento se lo agradeceríamos millones de bípedos racionales o así, habitantes de este prodigio que ni valoramos ni tratamos de comprender fuera o más allá de nuestros ombligos.

Para el planeta Tierra, puestos a pedir pido la paz y la desaparición de la miseria, de manera especial de la miseria que afecta a la infancia y que siega vidas o las sentencia al dolor y la agonía permanentes.

Para mí, en plan asceta, nada de nada que no sea bueno.

Pongo mi zapato bajo El Portal y digo: Gaspar ¡creo en Ti!