Estos días se larga mucho de un
concepto redivivo: la mujer florero. Gracias a Cristina Borbón y su
posición en el juicio del caso Noos, por las mangancias de su marido Urdangarín
y otros varios, la mujer florero ¡ahí es nada! denominación de origen. Se debe a la actitud que
mantienen ciertas damas ilustres (señoras de Bárcenas, Mato, Torres y otras) no
siempre ilustradas, selectas en cualquier caso, en los enjuiciamientos de sus
maridos: confiaban ciegamente en sus parejas, no sabían que se pudiera estar
cometiendo falta o delito, de ninguna manera sospecharon jamás nada irregular.
Se conoce que no hablan o tienen
parejas o matrimonios mudos y sordos. Hay algún caso paradigmático. Un suponer:
bajo un día al garaje de mi casa y me topo con un espléndido vehículo, un
Jaguar. Y no pregunto ni me intereso por su origen, ni por el pago del mismo,
ni por el duplicado de las llaves. El cochazo está ahí y basta.
En la defensa, uno hace bien en el uso y abuso de argumentos y artimañas hasta hacerse el tonto muy retonto o el perfectísimamente idiota. La mujer florero arrasa como argumento. Como imagen, ciertamente enfocada en un perfil de pareja de corrupto o corruptor o corrompido, tiene también otras connotaciones de las que escapa el hombre: la mujer exclusivamente dedicada a la familia y al hogar denota para algunos, también, la mujer florero. Una imagen, por supuesto, denostada por el feminismo radical y por la progrez redentora.
La mujer ama de casa es una
profesional que además acaba proyectando, en muchas ocasiones, su
trayectoria hasta la sublime abuela ama de casa encargada -a tiempo parcial
pero prácticamente imprescindible- de
nietecillos y otros incordios y gestiones familiares. No se jubila o lo hace muy tarde.
Hay estudios sobre -no el valor, que no se me alcanza- el coste o desembolso necesario para remunerar ese desempeño. Siempre muy por encima del salario medio: unos 1.750 euros mensuales según calculan expertos que pueden repartirse en limpieza y mantenimiento, 504 euros; planchar y coser, 270 euros; cuidado niños, 400 euros; gestión compras y cocinar: 426 euros; otros, 150 euros. Para ser floreros, son jarrones chinos de la dinastía Ming auténticos. Ya digo: el hombre florero no existe. Eso, si repara en ello el colectivo femen, es para una protesta de esas de tetas al aire y escritos sobre el pecho.
Hay estudios sobre -no el valor, que no se me alcanza- el coste o desembolso necesario para remunerar ese desempeño. Siempre muy por encima del salario medio: unos 1.750 euros mensuales según calculan expertos que pueden repartirse en limpieza y mantenimiento, 504 euros; planchar y coser, 270 euros; cuidado niños, 400 euros; gestión compras y cocinar: 426 euros; otros, 150 euros. Para ser floreros, son jarrones chinos de la dinastía Ming auténticos. Ya digo: el hombre florero no existe. Eso, si repara en ello el colectivo femen, es para una protesta de esas de tetas al aire y escritos sobre el pecho.

Existe el hombre florero,
creo yo que en cantidad superior a las mujeres florero. Para distinguir una
tipología de otra y mantener la diferencia por sexo propongo llamarlo
floreado, por imagen: cerca del desprecio, del débil gandul holgazán y muy lejos de la recia ama de casa.