Guardo fotografías de playas gallegas contaminadas con chapapote, de cuando lo del Prestige -que la culpa la tuvo Aznar- o cuando lo del Mar Egeo -que la culpa no la tuvo González- también o cuando el Urquiola -que la culpa no la tuvo nadie porque, todavía sin Constitución y con Suárez al gobierno, la cosa no estaba tan politizada- y las guardo en una carpeta de "imágenes" que en su momento denominé Mareas Negras, como no podría ser de otra manera, simplista pero inequívocamente.
En Galicia, en algunos ayuntamientos (concellos) como Ferrol, Santiago o La Coruña, rigen alcaldes de un grupo político llamado Mareas (En Mareas) que son marxistas, desaliñados, inoperantes y, con seguridad, perdedores en las próximas elecciones. Son los mismos, media generación después, que aprovechando un drama más que un accidente, hacen de nuestro día a día la misma demagogia, la misma manipulación, el mismo retorcimiento de los hechos que se hizo entonces y se mantiene ahora por medio de una plataforma llamada "Nunca Mais" que es la herramienta agitadora social del nacionalismo gallego más rancio, el BNG y comparsas.
De aquella catástrofe ecológica me quedo, exclusivamente, con el ejemplo de solidaridad, especialmente de los gallegos y entre los gallegos pero también del resto de ciudadanos de bien que aportaron mano de obra (más de 70.000 voluntarios en un fin de semana de aquel maldito invierno) y ánimos en Galicia, en Asturias, algo en Cantabria y en Francia aunque allá fuese una contaminación leve.
Casi preferiría ni hablar ni expresar lo que siento sobre el tratamiento oportunista, manipulador y exagerado que la mayoría de los medios dieron a los hechos tratando siempre de responsabilizar al gobierno de la nación, utilizando sus recursos más miserables, faltos de toda objetividad y llenos de odio y revanchismo. Pero han vuelto a marearnos las Mareas y, una vez más, exhiben esa bandera del Nunca Mais que es la enseña del resentimiento, no la de la vindicación del respeto a la naturaleza y la responsabilidad de armadores y tripulaciones, políticos, funcionarios de las marinas mercantes y ciudadanos en general. Es la bandera de una secta.
Después de quince años me queda claro que el gobierno de Aznar, Cascos a la cabeza, quiso minimizar los efectos de la catástrofe y también que la decisión de alejar el barco de las rías, mis amadas rías, fue una decisión más que correcta, una decisión entre lo malo y lo peor; una decisión que solamente los muy ignorantes pueden criticar. Me queda clara la incompetencia de la Justicia por justa que haya podido ser, tardía siempre e incompleta, incapaz de exigir responsabilidades al armador y a los sucesivos gobiernos en unas circunstancias de compensaciones e indemnizaciones absolutamente insuficientes. Y me queda claro que aquel navío sin doble casco, aquel capitán inconsciente o rebasado de atrevimiento y aquel pésimo estado de la mar, confluyeron para que unos oportunistas, entonces y quince años después, quieran convencernos de que ellos son más sabios que la naturaleza -contra los pronósticos de todos los sectarios- que volvió a mostrarnos su increíble capacidad de recuperación y rehabilitación.
Una pesadilla que nos sigue mareando por la voluntad de las manos negras de la demagogia y el rencor y que ni siquiera puede paliarse con estas Manos Blancas que oportuna y oportunistamente hicieron, diez años después, unos publicistas y unos cerveceros. Aquí os lo dejo: http://blog.jwt.es/jwt/marea-blanca-un-homenaje-a-los-heroes-del-prestige.html#.WgltWFXibIV
Punta Cabicastro, playa de Paxariñas desde mi teléfono en mayo de '17 con las islas al fondo. |