25 de diciembre de 2018

Navidad, Dulce o Estridente Navidad

La adoración de los pastores, Guido Reni (1575-1642)
Cae por el peso de su inmensa lógica lo que nos dijo el Papa Francisco en la Navidad de 2017: "Sin Jesús no hay Navidad, habrá otra fiesta pero no la Navidad". Es el discernimiento jesuítico, pedagogía para desvariados, confundidos y aturdidos. En otro negociado reposan los que, por razón de animosidad o inquina, denostan todo lo relacionado con el cristianismo.

La Navidad que nos ha procurado el último medio siglo está desnaturalizada, hasta el punto de trasladar lo místico a lo más vulgarmente físico e incluso meteorológico: de Fiestas del Solsticio de Invierno -así, con todas esas mayúsculas- a la irrupción marketiniana primero de santa Klaus o san Nicolás que ha devenido en Papá Noel definitivamente, tal vez para evitar el "san", tan poco aceptado fuera de la Iglesia Católica. Papá Noel, un tipo que, a su vez, evolucionó de lo verde que connotaba boscoso, cérvido y ecológico, a lo rojo Coca-Cola y no se hable -aquí- más de ello, dejando muy a lo lejos a san Nicolás que desapareció sin dejar rastro en la batalla del consumismo. 

¿Cuándo se perdió el sentido de la Navidad? Me cuesta decirlo: se perdió el día en que los niños conocieron más y mejor a Papá Noel que a Jesús de Nazaret. El regalo infinito por inmenso del Creador, que es hacerse humano para redimirnos e indicarnos el camino -del amor, del perdón, de la misericordia- no está presente en la mayoría de hogares y familias que, hoy, sí se saturan de regalos, casi todos inmediatamente caducos, casi todos innecesarios. 

Toda la iconografía de Navidad, que era plateada y dorada, nevada y musgosamente verde, iluminada y luminosa pero no estridente, toda ella se fué a la calle, a los escaparates, a los centros comerciales, a la innecesidad material en vez de al deseo interior. Consumo frente a continencia, apelotonamiento social frente a recogimiento familiar, masificación y premuras frente a dulzura y amabilidad. 

Es otra fiesta, no es la dulce Navidad. Se deterioró todo su sentido como se ha deteriorado la familia -una mujer, un hombre y su descendencia- y ¡ay! el respeto a la vida por nacer. Y eso nos lleva a rellenos y postizos, a preocuparnos por el amigo invisible, por qué comeremos y beberemos o cómo decoraremos nuestra casa, olvidando lo esencial: que uno "olvidándose de sí, se encuentra" y que "dando, se recibe"

Pero es que antes, cuando entonces, compartíamos en familia, estábamos con los seres queridos y sobre todo celebrábamos el nacimiento del niño Jesús y cantábamos villancicos después de cenar, dulcemente y sin estridencias. Ahora no. 

Bueno, pues Feliz Navidad.