23 de abril de 2019

Pasapalabra

Hay un principio incuestionable: el que va ganando, por delante, no arriesga ¿p'aqué? 

Es conocida la cobardía y falsedad de Pedro Sánchez, capaz de prometer elecciones y no convocarlas, de firmar como autor dos libros y no escribir una línea y plagiar a manta, de pactar con separatistas y abrazar la bandera nacional, de sonreir a las víctimas del terrorismo y tomar los votos del criminal Otegui. Él es así y, además, un tipo mediocre pero muy ambicioso, por lo tanto peligrosísimo.

Casado, Pablo, que se asea todos los días y, aunque casi todo lo comido es gracias a la política, se lo curra, invitó, casi exigió a Sánchez un debate a dos, un cara a cara. Nada que hacer.

Imaginad el descalabro: si ayer con cuatro parlanchines La 1 alcanzó un 43% de audiencia -en estos tiempos eso es mucho- yo quiero pensar que A3 ó Tele5, en un cara a cara, llegarían a esa cuota de pantalla o, probablemente, algo más, pero siempre con el doble de triunfo o de derrota para uno de los dos. Y eso, hasta el propio Sánchez lo entiende y pasó de palabras frente a frente de Casado como hubiera pasado de Rivera. 

Sánchez Pasapalabra es la calamidad que España no puede permitirse. Anoche, desde el púlpito de la pública, demostró sobradamente lo que cualquier votante ya sabía: se trata de un trilero, un tipo sin escrúpulos, un mentiroso compulsivo.

Sin embargo, y más allá de los aciertos o errores puntuales, ninguno de los otros tres concursante de esta especie de cifras y letras de la política, fue capaz de noquearle. Eso sólo ha beneficiado al gran ausente. Veremos hoy, en la vuelta de esta final de ciclo, si son capaces de arrearle donde más le dolerá: en la constatación de sus mentiras y manipulaciones y la falta de proyecto de gobierno. Lo que es seguro es que Sánchez, llegados sus turnos, dirá: pasapalabra. 

Ahora vais y el domingo le votais o votais desparramadamente para que Sánchez Pasapalabra se lleve el bote del rosco ¡cuidadín!