6 de junio de 2019

Normandía La Libertad

"A menudo me he tenido que comer mis propias palabras y he descubierto que eran una dieta equilibrada" Churchill.

Exactamente el jueves 6 de junio de 1985, a eso de las tres y media de la tarde, huyendo de regresar a Madrid desde París, un compañero y yo -que habíamos pasado la semana en la Regie Renault, haciendo como que trabajábamos- en coche alquilado enfilamos hacia la Normadía. Esa noche en Rouen, para pasar el viernes, y el sábado  encaminarnos a las playas de Utah y Omaha y a Mont Saint-Michael, en las fechas del 41º aniversario del desembarco. Hizo buen tiempo y, después de los fastos de la celebración de los 40 años justamente el anterior, ese fin de semana no estuvo demasiado petado el circuito turístico. 
Normandía por Gold Beach
Hay que pisar Omaha, al menos una vez en la vida, después o antes de pasar por la catedral de Rouen y, especialmente, si uno es europeo. Hay que pisarla y dejarse abrazar por un sentimiento, el propio de quien rompe cadenas, deja el presidio, salta incondicional a su propia vida, elige: es  la libertad. 

Pasados justos 34 años hoy he vuelto a sentir, corazón arriba tripas abajo, un temblor que es el que se me repite siempre que me enfrento a los grandes misterios humanos: entre la mística y la metafísica. En esa orilla se expresa la deuda de libertad, impagable, que tenemos con los Aliados y de manera especial con los Usa y en sentido contrario -pero también- a los japoneses que, aunque generalmente nos olvidamos y gracias a su instinto asesino, empujaron para reconquistar Europa.

Mística y metafísica en esa orilla se debaten, batidas, frente a un hecho que tiene como conclusión la libertad, como causa la libertad y como efecto esto que somos nosotros hoy en Europa: el mayor paisanaje de libertad. Para lo más excelso de la humanidad y, probablemente también, para lo más perverso. Pero en libertad lo perverso puede ser corregido sin la desidia de los buenos, como dijo el bueno Luther King: "...lo preocupante no es la perversidad del malvado sino la indiferencia del bueno" o algo así. 

Mística y metafísica que trajeron la libertad arrancando con los versos de Verlaine: "Les sanglots longs des violons de l’automne/ blessent mon coeur d’une langueur monotone" para cambiar el llanto y la monotonía asesina de los bombardeos, secuestros y asesinatos masivos, por la Libertad. 

Todo aquello hirió miles de millones de corazones hasta que llegó Normandía, es decir la Libertad o, si se prefiere -parafraseando al Sir que la buscó luchando- el final del principio. Porque para alcanzar las estrellas había que salir del infierno.