29 de octubre de 2019

Desbrozando Memoria, II: La Gestión Infame.

Para el nietamen: Uyi, Beltrán, Greta y Thelma.
Para cuando toque callar o hacer callar, desbrozando memoria.



Decía por ahí, en la entrada anterior, que el reto después de Franco, la misión, consistió en pasar de una dictadura a una democracia, también de un estado absolutamente centralizado a otro absolutamente descentralizado (¡seguridad, educación, sanidad!) y añadía ... con perversas consecuencias para la autoridad estatal (Jefatura y Presidencia) y para la capacidad de control de la redistribución de la riqueza, la fiscalidad y el equilibrio presupuestario.

Esas perversas consecuencias atañen y perjudican definitivamente al individuo.  Es lo que importa, la persona: el hombre sujeto, no objeto. Si consigo inculcaros que en vuestro acervo incorporéis en primer lugar, siempre, el análisis, la reflexión sobre si tal o cual medida o reivindicación o decreto ley o, en fin, gestión de gobierno beneficia o perjudica a la persona -incluso en los casos de fiscalidad y de condenas penales- me doy por satisfecho.

Es decir, en política hay que tomar distancia sobre generalizaciones y consignas que justifican medidas utilizando principios tan complejos como el "bien común", o la "solidaridad" porque a menudo curan la herida antes de que se produzca y ocultan intereses clasistas o sectarios como con frecuencia sucede, dada la tendencia, recurrente y malvada, del ser humano fuerte a oprimir al ser humano débil. 


Así, desde 1982 -por poner una referencia temporal- pero en cualquier caso desde siempre en vuestras vidas, la implantación de la monarquía parlamentaria en España, soportada en la Constitución aprobada en 1978, producto de su pésima interpretación y gestión para consolidar derechos, para establecer obligaciones, para aplicarla contundentemente ha permitido:


-Denominar, en los medios de comunicación y en la docencia, al Reino de España como Estado español. No es por nada, no es sin intención, es siembra.

-Crear una mega estructura política de poder, las Autonomías (*), absurda por costosísima, por conflictiva e irremediablemente confrontadora, enfrentadora y, hasta cierto punto, tan chantajista como inútil -la autonomía en sí- más allá del reconocimiento de peculiaridades. Autonomías tan sorprendentes como La Rioja, acomodos tan extraños como  ciudades autónomas (¿de qué, de quién?) y parcelaciones tan contra natura como algunas de las Castillas. 

-Elevar a delirio la idea de democracia, su justo valor, equiparando el concepto al de soberanía popular, pretendiendo dar un sentido legitimador al vocablo, al sistema, justificante tanto de imposiciones como de inacciones.   

-El manoseo del término democracia, que ha degenerado en mito de libertad, de participación de todos en las decisiones, cuando -de hecho- eso no se refleja en el ordenamiento jurídico donde la soberanía -de hecho- recae, de recaer, en la negociación de más o menos escaños, más o menos mayorías devenidas generalmente por la compra venta -de hecho- de intereses de partido y de personas para alcanzar o perdurar en el poder nacional, autonómico o local. 

-Nuestro ordenamiento no permite organizar estructuras y modelos de gestión plenamente democráticos. No existe el principio "un hombre un voto".

-Esa idealización del término democracia ha permitido exacerbar emociones e irracionalidades, manipular a los menos -que son más- dotados intelectualmente. Viene a sustituir, en muchísimas ocasiones, al término libertad, frecuentemente a justicia y siempre a equidad. Confunde un sistema político con una jerarquía de valores, incluso morales.

-Esa idealización del término democracia ha consentido que los gobiernos/partidos nombren jueces. Ha impedido la auténtica y estricta separación de poderes. 


-La gestión política del más alto nivel, gobiernos sucesivos, ha sido de lo más infame; la gestión autonómica, casi en su totalidad, ha sido un atraco permanente y la gestión local, con rarísimas excepciones, se ha sometido siempre a las directrices y acomodos de los prebostes autonómicos o nacionales, a las órdenes de partido.


-La Constitución ha permitido que donde los sucesivos gobiernos tenían que acotar, delimitar, precisar, se haya utilizado para negociar, trampear, ceder intercambios de poder.

Otra más: resulta que el que manda en el gobierno
aquí es "presidente" y el que manda en el Estado es "jefe".
Detrás de todo ello están, empujando siempre, unos pocos españoles -mal que les pese el origen y la sangre- que son los separatistas, los energúmenos del nacionalismo populachero Suman no más allá de 4.500.000 sobre casi 47.000.000 de personas bajo el mismo paraguas institucional. El cóctel se compone de algo menos de la mitad de los catalanes con derecho a voto, algo menos del 6% de los gallegos, la tercera parte de los vascos -en el mejor de los resultados- y unos cuantos valencianos y balearicos siempre menos de la cuarta parte reivindicando la absoluta independencia de España. Y ¡cuidadín! los que para mí son los más diferentes de todos, los araneses, se sienten plenamente españoles además de europeos, catalanes y galácticos lácteos. ¡Vaya, que ni quieren ni pretenden otro estatus distinto del que tienen!


Esa "situación de fuerza", de presión permanente del nacionalismo, es así, fue así y será así. Está sociológicamente encarnado en el carácter, más allá de él en las pasiones y pulsiones del organismo y sus vísceras del pueblo español. Del pueblo quiero decir de Villarriba y Villabajo, siempre compitiendo por ser más frente al otro, en vez de ser más con el otro. Podéis consolaros relativamente: eso ocurre en otros lugares del mundo, en la misma Europa (Alemania, Francia, Reino Unido, Bélgica, Italia...) solo que aquí, durante los últimos cuarenta años, esas "fuerzas" han sido capaces de doblegar gobiernos nacionales, de crear proselitos en cada nueva generación y beneficiarse materialmente muy por encima del resto de las regiones. Se lo debemos a todos y cada uno de los gobiernos que venden su independencia ¿integridad? por los escaños nacionalistas, les ceden competencias (¡seguridad, educación, sanidad!) irrenunciables para cualquier estado que se precie y respete su propia labor y su principio de autoridad y generan corrupción corporativa y personal.  



¿Y dónde está el Estado? El Estado es una crisis física e intelectual, violentado por esa minoría ruidosa y chantajista. Digo ruidosa porque, en estos días que os escribo, Barcelona y algunas otras ciudades catalanas están bajo la violencia de grupos separatistas, matones si pudieran e incendiarios. Digo ruido, incluso estruendo, porque el runrun sectario, clasista y xenófobo de los que reclaman la independencia de España, ha existido siempre, ese runrun que es un martirio chino, repetitivo, capaz de arruinar la economía más sólida y la moral del adversario.

La posición blandengue e interesada de todos -sin excepción- los gobiernos frente al chantaje del escaño se materializa en la estafa de la democracia tullida que procura una gestión infame de los recursos -también de los morales- de todos para beneficio de unos pocos poquísimos.

Vuelvo al individuo, a la feliz libertad de los hijos de Dios ¿qué hacer? Cada cual lo que crea, apetezca y considere. Yo, votar siempre: he votado incluso en blanco, de modo y manera errónea y en una ocasión excepcional voté acertadísimamente; o sea, votar. Lo menos malo, lo menos ineficiente. 


Una última ¿reflexión? idea. Si con todo eso que os he expresado seguimos siendo una nación puntera, en muchos aspectos líder, tan poco equitativa como bastante igualitaria, tan pícara como sentimental ¿qué no hubiéramos alcanzado en estos años de haber tenido otros políticos? Cuidaros de ellos y estad orgullosos de nuestra historia, sin complejos.






   
(*) EVOLUCIÓN por AUTONOMÍAS del % PIB nacional, base 1980.