1 de octubre de 2018

Octubre Azul

Relacionamos los meses, y aún las estaciones del año, con lo más íntimo de nuestros sentimientos, con episodios que nos marcan muy por encima de vínculos sociales y familiares: con lo más personal, en todo lo más alto o lo más bajo de nuestra vida. La cópula de las remembranzas con lo íntimo suele producir un clímax: doloroso si fue desencuentro o herida, gozoso orilla el éxtasis si..., en fin, aquello resultó cima de satisfacción. 

Se supone que, en el recuerdo de la celebración del acontecimiento, nos ceñimos a un día concreto, entre domingo y lunes, entre las cero y las veinticuatro horas. Así nos va, con ese autoengaño que permite olvidar el tiempo previo y espectante -quién vendría, quién se acordaría u olvidaría, qué procurar y qué hacer especial y distinto- y el tiempo ¡ay! posterior del recuerdo concreto de cada aniversario. Para evitarlo, sin apenas darnos cuenta, procuramos el redondeo y ochenta es al parecer una edad, un año, de mayor cumplido y agasajo que setenta y nueve o treinta y siete o por ahí. Del mismo modo, nos engañamos y de lo imperdonable entonces pasamos a lo justificable ahora y, justamente al revés, de lo que entonces comprendimos llegamos a lo inaceptable por inexplicable. Filtra más el tiempo que nuestra ecuanimidad, más la impotencia que la imparcialidad.    

Pero no elegimos y cuando, inopinadamente, un último cumpleaños se celebró antes de lo previsto o una Navidad estuvo llena de ausencia y luto o un junio se cubrió de sorpresa, impotencia y adiós, entonces, por ello y por nada, se llena el mes entero, las semanas enteras, todo el día concreto, con un desgarro interior inexplicable que sólo el tiempo irá templando.

No elegimos tampoco la alegría. Llega un día cualquiera inesperadamente, aquel regalo o la vida con la manos abiertas arreglando nuestro problema y hasta nos cambia el gesto y la mirada. Y sin embargo ¿será cierto que recordamos más las penas que las alegrías?

Hasta aquí mi digresión hoy, de madrugada, el primer día del mes de la sementera, que el hogar de leña cubre y el viento lleva. 

En octubre paso de azul tenue, prácticamente blanquecino, deslumbrante, a un azul oscuro antes del negro. Es el acceso al interior de un largo túnel que atraviesa el otoño en un tren renqueante, que expele un seco olor a azufre, que expira agrias gotas de lágrima infantil. Odio hondamente octubre.





11 de septiembre de 2018

Zasca

No traten de buscar "zasca"(*) en el diccionario de la RAE (http://dle.rae.es); lo más próximo que se encuentra es "zascandil"

Para lo que voy a largar aquí, zancandil es justo término que define a muchos tuiteros, especialmente a los que -adicto dependientes, valga el pleonasmo- manejan los mensajes de 280 caracteres compulsivamente, buscando el asombro del receptor, la descalificación del emisor al que responde, el aplauso facilón de parte; nueve de cada diez veces el insulto, la descalificación y el improperio, la bofetada, el baldón. Bastantes de ellos a sueldo de ideologías, militantes y mercenarios que se cuelan, mutatis mutandis y a salvo de su identidad, por intereses inconfesables.

Suscribí twitter muy en sus arranques, allá por el 2007; duré lo que un suspiro. Entonces sólo se permitían 140 caracteres por mensaje: muchos caracteres para el insulto, muy pocos para la alabanza. 

Traté de que algunos conocidos, con los que compartía feisbuc, se sumaran pero obtuve algo así como cero respuestas. Cierto que entonces tecnológicamente la cosa de la nube iba a pedales en comparación con hoy; han pasado más de diez años ¡un infinito en esto! Dejé de interactuar y hoy no sé si sigo vivo allá o ya he fenecido y, por supuesto, no tengo instalada la aplicación en ninguno de los artilugios que manejo: móvil, ipad y portátil. Ni falta que me hace.

Pero los tuits se enlazan, se comparten y se difunden en muchas otras redes y en todos los medios, y a todos nos toca recibir un par de ellos al día. Por mucho que lo intentemos ya no escapamos de tuiter, que te los cuentan hasta por la radio. Es el precio, entre otros, de estar activo en las redes sociales.

A la soledad de muchos se une la necesidad de comunicación que tenemos la mayoría de los humanos. De ahí el éxito de las redes sociales, sin menoscabo de otros atributos beneficiosos -inmediatez de la información, capacidad de denuncia y colaboración, etc.- y de peligros o desventajas en su utilización, como la violación de la privacidad, las estafas, las suplantaciones de identidad, los perfiles falsos, la adicción que crea en personalidades determinadas, en fin...

Además del correo electrónico, me comunico por telegram, por feisbuc y por este mi blog; eso sí, muy restringidamente. Cuando interactúo en grupos, casi siempre lo hago anónimamente o bajo nombre de usuario. Utilizo mi nombre real y mis apellidos cuando respondo por razones de ideología o valores, por el convencimiento de que dar la cara da credibilidad. Aquí un pseudónimo, Gonvado, del que los que me interesan tienen razón y conocimiento de quién soy y, a veces, el público en general cuando abro feisbuc a todos durante unas horas o poco más para que se difunda alguna entrada o enlace que me interesa. La verdad frente al troll y la tecnología y configuración del sitio a favor del usuario.

Tuiter, en mi opinión, en un basurero; tal vez el mayor basurero de todas las redes más populares. Tuiter ha evolucionado hasta ser la más reaccionaria plataforma de internet, coladero de ejércitos de propagandistas políticos soterrados bajo la aparente contestación o simple discrepancia. Tuiter va perdiendo adeptos y valor, material e intelectual. Tuiter hoy es una mierda(**); su gran invento consiste en el "zasca", esa respuesta, tuit o comentario que quiere imitar el ruido de un golpe seco y que pretende deslumbrar, casi siempre por descalificación. Un zasca siempre es una cuchillada virtual. De ser un tuit inteligente y cierto y educado, no es un zasca, no se califica como tal; es simplemente una respuesta, algo entre la reparación, la enmienda y la alegación que trata de acotar la verdad o de puntualizar un extremo.

Están tardando en desengancharse de tuiter y perder el tiempo miserablemente. Y no digo más.

Hasta aquí 3.848 caracteres, 648 palabras que no caben en el pío pío de una sola atacada.



(*) Por no existir el término en RAE, aquí os dejo el intento de definición virtual: https://es.thefreedictionary.com/%C2%A1zasca!

(**) Si quieres eliminar tu cuenta de Twitter, por completo y para siempre, aquí tienes la manera de hacerlo: https://www.genbeta.com/paso-a-paso/como-eliminar-tu-cuenta-de-twitter-por-completo-y-para-siempre

1 de agosto de 2018

Hombre Horizontal Repantingado o Político Modelo

En la azotea del aparcamiento del puerto deportivo de Sangenjo (i'm sorry, trato de escribir en castellano e tamén falo un pouco de galego) hay una escultura de un hombre en decúbito supino. Mantiene los antebrazos alzados y las manos en la nuca, tal vez mirando alguna estrella invisible, tal vez con los ojos cerrados, descansando, ajeno e impasible a lluvias, vientos, orballos y tormentas. Dicen que es un atlante -eles o chaman así- pero ¡vaya usted a saber! siendo lo único cierto que es más de bronce que otra cosa y obra del escultor Franscisco Leiro que, para mi gusto y sensibilidad, estéticamente o artísticamente o creativamente pasa justito del aprobado y no más.


Obra bien diferente, por su género, por su ubicación y especialmente por su talla artística, es la ubicada en lo que llamábamos -más de medio siglo atrás- el Cubreiro: La Madama de Silgar, del escultor Alfonso Vilar Lamelas. Una señora delgada y fina, alta como la luna y activa como el sol. Una señora en fin tan diferente de ese vago y maleante que se sitúa frente a ella, a pocos metros, ajeno al mundo que le rodea. Una señora bien galanteada y homenajeada por los portonoveses, gatos como los madrileños, que son gente algo más marinera y jubilosa que los sanxenxinos por hermanos de sangre que sean.

Aquí:

Y bien; ni me importa por qué lo llaman Atlante ni por qué le dicen Madama. Me importa el sentimiento, lo que me connota y sugieren ambas esculturas, que no es poco en ambos casos. Yo no veo Atlante ninguno: veo a Rajoy y ahora a Sánchez y otros más también y los que vendrán, de modo que bien podríamos llamar a la escultura Político Laborando o simplemente Político o si se quiere ir afinando, Diputado o Senador.

La Madama, verdadera señora de clase, está, muy al contrario, bien activa y curiosa, extrayendo o arrojando la caracola que emite el sonido más profundo de la hermosísima ría, los ecos de aquellos que dieron o dejaron o pasaron sus vidas en la mar siempre esperando en tierra una mujer como ella.


16 de julio de 2018

Corner Quick-Break o Saque de Esquina Matador (*)

Termina el Mundial de fútbol, por fin. Esta edición me ha gustado, por momentos, mucho. Ha habido igualdad, en general, que se constata por la cantidad de partidos necesitados de prórroga y hasta lanzamiento de penaltis. Pero no sólo, el nivel alto de juego se evidencia también aquí: https://es.fifa.com/worldcup/ de manera especial en la pestaña "estadísticas" y de modo concreto en el análisis de ese 42% de goles a balón parado que nunca antes se dio ni remotamente. 
¿Qué me ha resultado más molante del campeonato? Sobre todo que los equipos han estado por encima de las individualidades, el sentimiento de los colores; también, la técnica de la mayoría de los jugadores y su preparación física, la transmisión de los partidos y su calidad en la realización, el Var, dos tipos llamados Roberto "Bob" Martínez y Zlatko Dalic y, por encima la fe de los croatas ¿alguien da más que esos? se lo creen y creen más que nadie y por eso ganan un subcampeonato del mundo. 

¿Y lo peor? En primer lugar, la eliminación pronta de la nuestra selección, un equipo sin alma, seguramente traumatizado por la decisión de prescindir, a dos minutos del arranque del campeonato, del entrenador que había llevado al equipo hasta ahí. En segundo lugar las prórrogas inútiles y los penaltis infartantes, siempre en la misma portería. De eso quiero deciros alguna cosa que se me ha ocurrido, seguramente un desbarre.

Llevo 17 mundiales aunque el primero que recuerdo, poco y en blanco y negro, fue el de Chile que ganó Brasil. O sea, me quedan -con suerte, si eso y según las estadísticas- tres mundiales más ¡p'aquéngañarnos! Después del próximo en Qatar ¡un espanto! vendrá la intemerata de partidos con 48 selecciones rulando por Usa, Canadá y Méjico ¡a quién, que no sea un mangante financiero, se le ocurre!

Vamos a las prórrogas y los penaltis. Innecesarias las prórrogas. Una calamidad del reglamento por tediosas, por peligrosas, por falta de espectáculo. Los equipos y entrenadores se ve que pasan de las prórrogas; en la mayoría de los casos, se han convertido en una transición a los penaltis..., a ver si cae o toca, con suerte. Hay otras posibilidades de resolver el encuentro con el mismo nivel de espectáculo, sin arriesgar tantas lesiones que se suelen producir por el lógico agotamiento físico después de correr más de diez kilómetros a tirones, generalmente a base aceleraciones y pausas bruscas con contacto físico constante.

Los penaltis son el anti fútbol por previsibles, por sectoriales, por falta de espectáculo y si se me permite -salvada la parte psicológica que pueda darse, de darse...- falta de táctica. Un tipo cubriendo un área vertical de casi 18 metros cuadrados para parar una bola lanzada desde once metros a 100 kilómetros hora que le llega en menos de medio segundo. Apaga y vámonos.

A balón parado, nada superior tácticamente a los saques de esquina. Ni siquiera las faltas más frontales y peligrosas, que siempre van a suponer la llegada de un balón de atrás adelante, no de delante atrás. Ejecutar un buen saque de esquina no es menor mérito que un lanzamiento de falta directamente a puerta y gol. Y, eventualmente, ambas situaciones permiten el pase al compañero, la jugada táctica planeada y entrenada que sorprenda al contrario. En el saque de esquina el cancerbero suele tener opciones propias además de mandar en su defensa bloqueos o marcajes o posicionamientos bajo el arco. El penalti es un gen, el saque de esquina es el adn del fútbol. 

¡Fuera prórrogas inhumanas y penaltis azarosos! Saques de esquina ¡al poder!

Propongo -es gratis- que llegado el final del partido en empate se resuelva mediante saques de esquina. Lo llamaría, por decirlo de alguna manera corta y al pie, "Corner Quick-Break" o de cualquier otro modo castellanamente ininteligible. 

Se sortea qué equipo elige portería o saque y se soluciona al mejor de cinco goles (o, si se quiere, al mejor de tres) permitiendo solamente tres toques por parte del equipo que saca, además del golpeo de saque, en cada jugada. Se empieza con un saque por el equipo que lo elige y se continúa con dos saques por el equipo contrario y sucesivamente cambiando de portería cada dos saques. Quiere decirse que el equipo que elige portería siempre va a sacar en la misma. Se puede ejecutar el lanzamiento a elección desde esquina izquierda o derecha en cada jugada. Ejemplo: 

Saca Equipo 1 en portería B, remata de cabeza jugador de Equipo 1 y bloca portero de Equipo 2. Fin de jugada. Resultado 0-0. Cambio de portería y todos p'allá... 

Saca Equipo 2 en portería A, cabecea jugador de Equipo 2 que pasa a compañero que remata y gol (dos toques). Equipo 2 gana 0-1 y vuelve a sacar. Saca desde la otra esquina y despeja el saque un defensor contrario. Jugada terminada y cambio, vuelta, a portería B.

Saca Equipo 1 en portería B y hace gol olímpico, por improbable e increíble que parezca. Empatan 1-1. Vuelve a sacar equipo 1 desde la misma esquina con el mismo pateador dada la suerte habida, pero el balón se va al arco iris que pasaba por allí. Cambio de campo/portería. Resultado, 1-1.

Saca Equipo 2 en portería A. Pase en corto a un compañero listillo que la coloca en la cabeza de otro compañero (dos toques) y cae la bola en un tercer compañero que la roza sin control (tres toques) y un cuarto del mismo equipo hace gol. Anulado por cuatro toques. Vuelve a sacar en la esquina contraria de la portería A el Equipo 2. Pase raso que maldespeja un contrario y llega el balón a jugador de Equipo 2 que marca. Gol. Cambio de campo/portería con el resultado de Equipo 2, 2 goles; Equipo 1, 1 gol. Es decir, 1-2.

Dos saques sucesivos del Equipo 1 en portería B, en el primero un jugador contrario comete penalti y expulsión y el Equipo 1 convierte el penalti, gol. 2-2. En el segundo saque el goleador del gol olímpico se viene arriba y decide intentarlo de nuevo desde la misma esquina y ¡acontecimiento universal! ¡marca! Equipo 1, 3 goles; Equipo 2, 2 goles. Se acabó, resultado final: 3-2. 

¡No me digáis que no sería apasionante! Mucho más espectáculo con menos riesgos, en ambas porterías y con posibilidades tácticas para aburrir; nada de dejar a los guardametas frente al pelotón de fusilamiento ¡viva el espectáculo! ¡Fuera prórrogas inhumanas y penaltis azarosos!

No te quedes off side, compártelo.  

(*) Ahí, en la columna de la derecha, abajo, puedes enviarme al mail ideas para denominar mi propuesta de desempate de partidos. Lo de "Saque de Esquina Matador" es muy largo y "Corner Quick-Break" no me gusta mientras subsista Gibraltar. 

18 de abril de 2018

El Beso De Los Guardias ¡Viva La Guardia Civil!

Grafiti aparecido en el barrio de Canido, Ferrol, Galicia, España, Europa, La Tierra,
la madrugada de este 18 de abril, atribuido al tal pre existente Bansky de cuya vida no hay nada.


El mismo día en que dos Guardias Civiles y sus parejas relataban en Alsasua, en juicio curiosamente menos mediático que el asunto de la titulitis severa de Cristina Cifuentes, sobre la paliza que recibieron la noche del 15 de octubre de 2016 por parte de "...20 ó 25 personas" valientes cachorros batasunos que uno a uno -incluso de tres en tres- no tienen huevos para enfrentarse a la más chiquitita de la Benemérita, dos números, ella y él, de uniforme, con el tricornio calado, se besan en un grafiti surgido en el barrio de Canido. Es un barrio conocido hoy, sobre todo, porque hace un homenaje a Las Meninas(*) cada año, pintando y pintarrajeando sus muros con el referente velazqueño. Esta pintada de los Guardias, fuera del momento y coincidente, es expresión de amor, por virtual que sea.

El juicio de Alsasua no dilucida los hechos en sí mismos, con consecuencias de lesiones físicas constatadas y daños morales irreparables; el juicio debe sentenciar si de los hechos se derivan amenazas terroristas, una calificación o acusación que sostiene tanto la fiscalía como las acusaciones populares. Esa calificación, amenazas terroristas, no podría ser de otro modo, ha sido rechazada por nuestros redentores habituales, los que se autodenominan sectores progresistas, de la política y del derecho. Sea o no sea amenaza terrorista, los hechos, las palabras de provocación y conminación y desafío producen en cualquier humano eso que llamamos terror, nada más y nada menos que un miedo de alta intensidad.  Es decir, el espanto ante el vómito de odio. 

El cariño, la hermosura del afecto y la atracción sensual y sexual, suele propiciarse en ámbitos laborales por aquello del roce contínuo, las feromonas, la pulsión primaveral y el instinto. Desde que en 1989 se incorporó la mujer a la Guardia Civil con divisa y armamento -aunque ya lo hacía desde 1948 en servicios administrativos con uniforme- no son pocos los casos de parejas que se producen en el seno de la Benemérita, y a menudo se reproducen. Podemos convenir que, consecuencia de ello, se cosecha algo de amor o mucho amor.

En Alsasua la tensión, la amenaza, el odio se expresan contínuamente, con violencia y terror aquella noche en que más de veinte cobardes agredieron a dos hombres y dos mujeres por el mero hecho de ser Guardias Civiles, de pertenecer a la institución mejor valorada por el conjunto de los españoles. En Ferrol, aunque sea en un frío muro y por virtual que sea, se expresa el amor. No lo digo por comparar. 

Ahí dejo a Nati y Fabián, que dicen que "el amor es como la comida, que hay que hacerlo a fuego lento y va tomando su sabor y su textura..." ¡ay! y además mentan "la alegría".   





Y a Pepe Viyuela que tiene arte y es muy divertido:



¡Y viva la Guardia Civil! 













13 de abril de 2018

Obsolescencia Programada

Dicen que diseñan las prestaciones técnicas de los teléfonos móviles para que peten en situación tasada, bien por tiempo de uso, bien por frecuencia o por utilización de determinadas prestaciones: a la foto 37.500 se jodió la cámara, al mensaje 125.000 se bloquea un pichiflí, al cargar la cancioncilla 5.555 adiós muy buenas. Algo así. 

Cuando yo me manejaba en la industria del automóvil, al diseño o producción para la obsolescencia programada -no se denominaba así entonces- lo llamaban control de calidad. Un embrague era algo que, en un uso mixto -urbano, carretera- del vehículo de turismo, y otros como furgonetas, aguantaba 90.000 ó 120.000 ó 150.000 kilómetros y ni uno más: la maza o el disco o el diafragma o todo a la vez hacía cataplún y al taller. Era cuestión de administrar las cualidades de los componentes. Después, según me cuentan, cambiaron las cosas y la gestión electrónica de prácticamente todas las máquinas que utilizamos hace que la obsolescencia resida en una placa de quita y pon, no reparable, que el técnico coloca en 10 minutos y el servicio te cobra unas tres horas. Nada se hace para siempre, nunca deja de producirse la transformación de la materia. 

Con las ideas y principios ocurre, demasiado a menudo, exactamente igual. Son obsolescentes, caducas; de manera relevante en nuestra actividad política y de modo especial cuando se trata del uso de la fuerza, de eso que llaman el monopolio de la violencia por parte del Estado. Tres ejemplos : el primero, Felipe González que dijo que nada de nada a la Otan y después pregonó "Otan de entrada No" por medio de referendum y para que se mantuviera la situación de pertenencia, como así resultó. Pero además dice en 2018, en relación con la situación catalana, que "si el 155 se hubiera aplicado cinco años antes, el coste hubiera sido mucho menor" y ¿qué decía en 2013? pues esto "no hay que tener miedo al diálogo, hay que evitar un choque de trenes...". El segundo ejemplo, este más contundente, fue Zapatero, retirando las fuerzas armadas de Irak donde estaban colaborando al margen de las acciones bélicas y poco después enviar tropas a Afganistán y Libia ¡un portento de coherencia! y el tercer ejemplo de obsolescencia ideológica, por encima de personas, lo viví directamente en Canarias a finales de 2006 cuando el (des) gobierno autonómico primero echó al ejército de prácticamente todos sus acuartelamientos -en plan postureo pacifista electorero- excepto el de Pájara en Fuerteventura y poco después reclamó su presencia, La Legión incluida pero también la Armada, cuando el efecto llamada de aquella calamidad de ministro, Cladera, inundó de pateras las costas del sur de Tenerife. Yo los veía desembarcar en vivo y en directo.

Frente a la obsolescencia y sus razones estos días me sacude el ánimo la idea de la pervivencia, de los hechos y tradiciones que sobreviven al tiempo.  De todos ellos, el mayor y más amado y odiado, el misterio de la Redención, de la vida y obra de Jesús. La Eternidad frente a Hawking, el perdón y la misericordia frente a la fugacidad de la venganza, la pervivencia frente a la obsolescencia. 

Detrás de toda persona, prácticamente cada día de su vida, hay un inventario de efectos consecuencia de optar por una decisión de continuidad o de cesación en el empeño. A cada poco. Es, además de la voluntad, la valoración de conveniencia que uno hace ante el paragüero después de otear por la ventana el cielo y tomar una decisión: la incomodidad de portar el objeto, de mojarse más o menos, de arriesgarse a olvidarlo y perderlo; las compensaciones. Es la obsolescencia de la decisión. 

De un Machado, don Antonio, cantaba Serrat "Todo pasa y todo queda..." con el deseo de expresarnos la trascendencia de nuestros actos más que de nuestras decisiones. Son los hechos, porque los deseos pasan a la acción mediatizados, indistintamente de nuestra auténtica voluntad, bien porque debía hacer sol y llovía, porque la salud aquel día y a aquella hora no acompañó, bien porque no fuimos capaces de persitir en el empeño, bien por lo mal que se dieron las circunstancias justo en el minuto en que más necesítábamos que aquello pasara o quedara para siempre.

Cuando no tenía ni idea de todo esto, complejo, sí, pero simple y cierto, yo era publicista y me dedicaba a crear tensiones para el deseo, a denostar de ayer mismo para que "lo nuevo" impulsara en las audiencias el deseo de posesión e hiciera obsoleto lo reciente. Eso ocurría muy a menudo y cobraba por ello sin darme cuenta entonces de que la gente feliz consume muy poco o no consume: improvisa y pervive.  

   

  

8 de marzo de 2018

Canturreos

8 de marzo, Día de la mujer

Algunas mañanas, mientras se afanan en el aseo y en la intendencia de sus casas, se les oye canturrear. Bajando las escaleras a la altura del descansillo del segundo o al pasar frente a la cancilla que separa la mínima acera del jardincillo delantero, se puede escuchar un tarareo femenino que es cuando la vida transcurre sosegada, el tiempo bonancible. En ellas, en esos momentos, pesa más la alegría o la satisfacción y la despreocupación o todo ello.

Hay una vocación, hoy minusvalorada e incluso denostada por cierta modernidad social, que es la de asistente familiar (antes conocida como ama de casa), una especie de jefatura de intendencia, administrador y responsable de compras y proveedores, cocinero -ahora dicen chef, pero no mola-, auxiliar de enfermería, higienista y así un despliegue de oficios que, generalmente, sólo puede asumir una mujer, cierto tipo de mujer, para que el resultado final sea eficiente. El hombre, en el nivel más elevado de exigencia, no llega a tanto pluriempleo y tantas habilidades.

La gente que acompaña sus quehaceres con tatareos o silbidos, o los mezcla, por lo general son de clase noble sin pertenencia de clase; son de sangre y corazón nobles, sin necesidad de mediar ni analítica ni exploración; son, en fin, alegría de la huerta. Ellos, más de silbido y ellas más de tarareo, pero con excepciones. Hay una panadera en la esquina de una comarcal con una regional, aquí en Galicia, que silba portentosamente y -aunque entrada en añitos- lo hace de modo especial cuando pasa o entra o sale del obrador un rapaz de esos de físico para refocilo.

Ellos, al menos antes, silbaban a ellas y por ellas. Tenían el silbido muy bien entrenado y lo ejercían grupalmente al paso de la muchacha altiva, prieta y zagalona. Para nada o solamente para el requiebro machito y la risa tabernaria. Los que no hemos sido de piropeo a voz en grito a veces, sin embargo, padecimos la risa de una frase oportuna, galante y bien tirada. Ahora lo mismo te denuncian. 

"Coraje para vivir, generosidad para convivir y prudencia para sobrevivir", dice Fernando Savater que definen la ética y yo siempre asocié la frase, brillante, más con ciertas mujeres, mi madre la primera entre ellas, que con hombres precisamente por la prudencia que para sobrevivir ejercitaron con la virtud de ser féminas éticamente irreprochables y por la competitividad exacerbada que caracteriza al hombre, generalmente, en su vida civil y laboral y que reduce el ánimo generoso y la actitud prudente. 

Desde esa posición, yo no veo la diferencia entre ellas y ellos. Desigualdades sí las hay, desgraciadamente los trescientos sesenta y cinco días del año y no se arreglan, ni se conciencian más, ni se visibilizan mejor con esos comparativos grupales que hoy, "Día de la mujer", adornan tanta información olvidando a la persona y su libertad de elección y aplazando lo necesario e imprescindible -la satisfacción personal- por lo inmediato material que siempre es caduco y superable.










25 de enero de 2018

Mirando Para Adentro Hacia El Vacío o Tres Anuncios A Las Afueras


Los que desde jovencitos aprendimos de las artes de seducción y en las artes de seducción, reconocemos varios códigos de comunicación que ayudan al funcionamiento del mensaje, a su eficacia para alcanzar el objetivo de comunicación: el humor, el miedo, el sexo, la denuncia... son algunos de esos códigos. También andan por ahí la nostalgia -ese triste echar de menos- y su hermana la melancolía, vendedora eficaz de turrones y mazapanes por Navidad y de multitudes asaetadas en Sevilla por Semana Santa.

La seducción acompaña al ser humano y le distingue como la risa y el llanto, se ejerce desde la más madrugadora niñez y alguno la lleva hasta el  seco sonido del cierre de la tapa de su féretro, cadáveres magnéticos hasta más allá de la vida y de lo razonable. La seducción, al contrario que la risa y el llanto, difícilmente puede ser impostada: o es o no es, se tiene o no se tieneEl humor, el miedo, la denuncia -contestación- son las armas, los códigos de comunicación que exhibe portentosamente la película Tres Anuncios A Las Afueras, que ahora mismo está muy mentada y muy nominada para los próximos Premios Oscar, para seducirnos y que en mi caso lo consiguió plenamente durante ciento quince minutos de perplejidad y arrebato.

Hay un mensaje relativista, un mensaje redentorista y uno buenista conformando el discurso de la película Tres Anuncios A Las AfuerasPero los hechos son los hechos y nada es plenamente consecuente en Tres Anuncios y la evolución de la historia -sus evoluciones físicas y sus evoluciones morales- está narrada con un pulso excepcionalmente sólido, salteado de hipérboles en los diálogos, en las actuaciones y en el carácter de los personajes principales. 

Todos esos ingredientes ligados con las tácticas de los códigos de comunicación del humor, del miedo, la denuncia, acaban creando un metamensaje que yo he querido captar como "no juzguéis y no sereis juzgados". Nada es prudente, nada es contenido, todo se exagera, incluso la excepción: un comisario de policía negrazo (lean de color), íntegro y dispuesto a conciliar personas y reducir odios y ánimos vengativos.

La peli te va enganchando y sorprendiendo y de los hechos, de cada hecho, puedes hacer varias lecturas -o solamente una los convencidos de estar en posesión de la verdad- de cada secuencia, de cada anécdota, de cada personaje. Y crear en el espectador esa atmósfera interior, esa sensación, cierta perplejidad, creo yo que es el mayor mérito de Tres Anuncios A Las Afueras hasta plantarte en medio del patio de butacas con un final abierto.

Al salir de la sala de proyección te queda una sensación de necesidad de reflexión, de introspección, incluso sobre tus propios actos del pasado, de tu propia vida; te vuelve a entrar la duda o el arrepentimiento o el resentimiento o ¡ay! el afán de venganza. Miras para adentro y, de aquello íntimo que todavía te inquieta, no encuentras respuesta, no tienes certidumbre y aunque quieras corregirlo o enmendarlo solamente te responde el vacío.

Voy a verla otra vez cuando pueda. 

26 de diciembre de 2017

Sexo Real

Seguramente la portada de ABC que he pegado aquí, con todo el contenido subliminal o no que cada cual queráis dar y sus posibles segundas y terceras lecturas, sea producto de un maquetista obligado a cumplir órdenes del departamento de publicidad:

-El pie de portada es el reclamo de Boston Medical...

Y así ocurren casualidades divertidas, connotaciones, más que frivolonas o erótico festivas, que definen una realidad, que permiten asociar un concepto con un rostro, una mirada.

No me parece que, al margen de ideologías y tendencias y del sentir más monarquicón o más republicano de un esporádico lector del ABC, se pueda dudar de la estrechísima relación entre el personaje y el mensaje publicitario. Por oposición: lo que parece es que su serenísima no necesite para nada el producto, no es de ningún modo lo que podríamos entender por consumidor potencial. Bien al contrario, su porte, su mirada con cierto sosiego varonil que se entrevé más que se sospecha, expresa satisfacción personal y equilibrio, un personaje nada compulsivo que no quiere decir frío pasionalmente sino más bien capaz de domeñar el instinto y sublimarlo.

Ahí es nada un producto solucionador de ese conflicto íntimo que tienen algunos varones, ese conflicto la mayoría de la veces más mental que físico porque, si realmente es la falta de tensión la que imposibilita el acto ¿a qué comer si no se tiene hambre? 

De la satisfacción sexual del varón, como de la mujer, depende nuestra capacidad de ser -en según qué momentos- perfectamente finos y sensibles y también y necesariamente incluso vulgares y primarios. 

Es la montaña rusa del sexo que, para un bien pasar, necesita tanto de la pasión desenfrenada como de la ternura sosegada y serena. Pasión y ternura en ocasiones diferentemente situadas en el antes o el mientras sucede o el después del acontecimiento. Depende. Y las variantes van a influir directamente en las mutuas satisfacciones. 

Y es que el sexo real, el que deleita, sacia y complace está en el cerebro, entre el hipotálamo y el bulbo raquídeo, aproximadamente a más de un metro de donde se le supone.

Felices fiestas, mis queridos finstros sexuales.  

13 de noviembre de 2017

Mareando. 15 Años Después.

Guardo fotografías de playas gallegas contaminadas con chapapote, de cuando lo del Prestige -que la culpa la tuvo Aznar- o cuando lo del Mar Egeo -que la culpa no la tuvo González- también o cuando el Urquiola -que la culpa no la tuvo nadie porque, todavía sin Constitución y con Suárez al gobierno, la cosa no estaba tan politizada- y las guardo en una carpeta de "imágenes" que en su momento denominé Mareas Negras, como no podría ser de otra manera, simplista pero inequívocamente.

En Galicia, en algunos ayuntamientos (concellos) como Ferrol, Santiago o La Coruña, rigen alcaldes de un grupo político llamado Mareas (En Mareas) que son marxistas, desaliñados, inoperantes y, con seguridad,  perdedores en las próximas elecciones. Son los mismos, media generación después, que aprovechando un drama más que un accidente, hacen de nuestro día a día la misma demagogia, la misma manipulación, el mismo retorcimiento de los hechos que se hizo entonces y se mantiene ahora por medio de una plataforma llamada "Nunca Mais" que es la herramienta agitadora social del nacionalismo gallego más rancio, el BNG y comparsas. 

De aquella catástrofe ecológica me quedo, exclusivamente, con el ejemplo de solidaridad, especialmente de los gallegos y entre los gallegos pero también del resto de ciudadanos de bien que aportaron mano de obra (más de 70.000 voluntarios en un fin de semana de aquel maldito invierno) y ánimos en Galicia, en Asturias, algo en Cantabria y en Francia aunque allá fuese una contaminación leve. 

Casi preferiría ni hablar ni expresar lo que siento sobre el tratamiento oportunista, manipulador y exagerado que la mayoría de los medios dieron a los hechos tratando siempre de responsabilizar al gobierno de la nación, utilizando sus recursos más miserables, faltos de toda objetividad y llenos de odio y revanchismo. Pero han vuelto a marearnos las Mareas y, una vez más, exhiben esa bandera del Nunca Mais que es la enseña del resentimiento, no la de la vindicación del respeto a la naturaleza y la responsabilidad de armadores y tripulaciones, políticos, funcionarios de las marinas mercantes y ciudadanos en general. Es la bandera de una secta. 

Después de quince años me queda claro que el gobierno de Aznar, Cascos a la cabeza, quiso minimizar los efectos de la catástrofe y también que la decisión de alejar el barco de las rías, mis amadas rías, fue una decisión más que correcta, una decisión entre lo malo y lo peor; una decisión que solamente los muy ignorantes pueden criticar. Me queda clara la incompetencia de la Justicia por justa que haya podido ser, tardía siempre e incompleta, incapaz de exigir responsabilidades al armador y a los sucesivos gobiernos en unas circunstancias de compensaciones e indemnizaciones absolutamente insuficientes. Y me queda claro que aquel navío sin doble casco, aquel capitán inconsciente o rebasado de atrevimiento y aquel pésimo estado de la mar, confluyeron para que unos oportunistas, entonces y quince años después, quieran convencernos de que ellos son más sabios que la naturaleza -contra los pronósticos de todos los sectarios- que volvió a mostrarnos su increíble capacidad de recuperación y rehabilitación.

Una pesadilla que nos sigue mareando por la voluntad de las manos negras de la demagogia y el rencor y que ni siquiera puede paliarse con estas Manos Blancas que oportuna y oportunistamente hicieron, diez años después, unos publicistas y unos cerveceros. Aquí os lo dejo: http://blog.jwt.es/jwt/marea-blanca-un-homenaje-a-los-heroes-del-prestige.html#.WgltWFXibIV

Punta Cabicastro, playa de Paxariñas desde mi teléfono en mayo de '17 con las islas al fondo.

7 de octubre de 2017

La Bandera De La Ruina

Luis Ventoso(*), que escribe como respira y con un garbo, una gracia y una capacidad retórica envidiables, define a la estelada como "la bandera de la ruina". Sin duda lo es. 

Se trata de un símbolo, la estelada, que han exhibido grandes corruptos como los Pujol, Millet, Pallerols, acompañando acomodaticiamente a la señera que es la bandera oficial y que, no por casualidad, es la de los reyes de la Corona de Aragón. 


La bandera, el escudo, el himno, representaciones de valores y creencias, de pertenencia que tratan siempre de perpetuar el grupo, estimulan emociones tanto como remiten a espacios físicos y mentales de características concretas: culturales, estéticas y éticas. No son símbolos neutros sino generalmente excluyentes, que incomodan tanto como agradan y emocionan; sean los de la de la Onu, de la Fifa o de Serranillos de Corneja. Sin embargo, finalmente -perdón por el maniqueísmo- las veo en dos categorías: aquellas que traen riqueza y estabilidad, esas otras que llevan a la calamidad y la ruina, como bien dice Ventoso. 

Es el caso de la estelada, con un significante separatista ímplícito, disgregador, frente a la señera, con un significado ya diluido, incapaz de producir representación mental alguna al margen de la idea de conflicto. Demasiado fuerte el grafismo de la estelada como para que la señera soporte el envite. Es como lo de aquel fusil al que incrustaron un clavel en la bocana y pasó de herida a beso, de sangre a miel. Además del atropello económico que el anuncio de una posible declaración unilateral e ilegal de independencia ha producido en Cataluña (algunos impuestos del Sabadell para la autonomía valenciana y de Caixa Bank para la valenciana, huida a mogollón de sedes sociales de pymes, traslado de cuenta correntistas y depositantes de bancos catalanes corriendo a otras entidades, bolsa tambaleante, etcétera.) pero no sólo en Cataluña, hay que inventariar lo que esa bandera que llaman estelada supone de ruina moral para la sociedad catalana. 

Hoy, he querido hacer esta reflexión llena de obviedades y lugares comunes porque muchos españoles vamos a reivindicar este fin de semana, debajo de la bandera común, sobre todo el respeto a las leyes de todos y a la libertad que nos permite cambiarlas si una gran mayoría lo desea, a la fuerza del reconocimiento de diferencias y peculiaridades que deben ahormar el grupo en vez de destartalarlo, a la ventaja de ser muchos con el mismo afán de progreso. 

Ahí les dejo con un catalán genial, para tratar de relajar a la vez que de poner las ideas en su lugar apropiado, un catalán de los de sumar, de los que antes -ahora en desuso- llamábamos progresistas.


(*) ABC, página 15, 6 de octubre de 2017.

1 de octubre de 2017

Se Me Olvida Decirlo

Nos quejamos. Muchos exageramos o, como poco, enfatizamos nuestras dificultades, nuestras penas y frustraciones. Tal vez porque sea más fácil y también más práctico desahogar nuestro dolor y decepciones que explicar la satisfacción y la felicidad. Me duele aquí, decimos a la vez que señalamos la articulación inflamada o ¡ay! nuestro corazón ¿pero cómo indicamos el sitio exacto de la felicidad? ¿dónde reside la alegría? ¿cómo señalamos el lugar que ocupa el regocijo? La risa y el llanto. 

Hay auténticos profesionales especializados en la murga, ellas y ellos sin distinción, homogéneamente distribuidos por el planeta. Se trata de insoportables humanos que sistemáticamente expresan su descontento, su padecimiento, sus dolencias o contrariedades y lo hacen repetitiva y cansinamente. Plastas.  Trabajé durante años en un quinto piso y en mil ocasiones compartí ascensor de subida o bajada -con paradas en segundo, tercero y cuarto, impepinablemente- con un compañero tan depresivo como hablador, con una verbosidad inverosimil de no ser porque todos los habitantes del edificio la padecíamos.

-Buenos días, Toni ¿qué tal?
-Fatal, de martes, esperando un taxi durante ni se sabe ¡joder que no es lunes ni viernes!
-¡Vaya, hombre, qué mala suerte! Yo he venido del tirón, sin una retención.
-¿Has aparcado bien?
-Justo enfrente, regio.
-Ahí suelen rayar los coches.

Pasa que nuestra sustancia es moldeable, ajustable, perfectible y sin embargo los hay que no quieren ni pueden cambiarla sin un enorme esfuerzo por su parte. El plasta, la cansina soporífera vital, son una calamidad que te puede tocar y que hay que combatir porque, a veces, contagian aunque sea levemente. Te cruzas con alguno de esa especie un día en que ibas contento y hasta alborozado y la cagas a poco que te detengas a saludar. Hay que huir, se trate de quien se trate, inmisericorde.  

Todo viene porque esta madrugada, recién levantado, me he sentado en el borde de la cama del cuarto de al lado y he visto esa foto que os muestro, de ese niño que hoy se repite en mis nietos y nietas y que se le ve encantado con su camionaco, al borde del mar, oliendo a batea. Y he pensado que, como él en ese día y en aquel momento, se me olvida deciros que he sido feliz muchas veces, durante mucho tiempo. 




31 de agosto de 2017

Gallego de Ninguna Parte


Amanece en Portonovo a finales de mayo
No es fácil de explicar que lo que une y separa tiene la misma causa: un sentimiento primario, íntimo y maravilloso. Pero en algunos miserables produce efectos excluyentes, malvados. Y aunque en número sean menos, o pocos, en consecuencias consiguen el despropósito de la desintegración social y el empobrecimiento de su pueblo.  

Por ese sentimiento, a pesar de que no nací allá ni mi apellido es Fariñas, Viqueira o Ulloa -aunque Vázquez abunda- y la muñeira ni frío ni calor pero el sonido de una gaita bien templada me pone, soy voluntariamente de Galicia(*). Más libertad, más mérito. 

Decidí ser gallego en plena adolescencia, gallego de ninguna parte. Soy gallego como soy mediano de estatura, de hueso ancho y manos largas, de copioso cabello, ojos menudos y moderadamente paticorto. Lo noto muy a menudo en el aparato circulatorio y en el sistema endocrino, que me segrega algo espeso y melancólico  cuando estoy fuera de Galicia mucho tiempo, lejos o allende la mar. 

Puestos a elegir, en ciertos trances intranscendentes no hay que señalar y no hay que descender al detalle: soy gallego de Galicia en general, que es posible y recomendable. Cuantos más países y gentes he conocido más gallego ha sido mi sentimiento de pertenencia, de lo más integral a lo más disperso: soy de Galicia, soy atlántico, español y europeo, terrícola, lácteo vital y pretendiente del Más Allá. 

En lo parroquial o comarcal, nada que ver cómo se percibe un lucense del interior al comparase con un lucense de La Mariña o el resto de compatriotas. Lo tengo hablado con ellos y es un villarriba villabajo más, como ocurre siempre, una competición entre cómica, absurda y penosa. 

En lo  territorial, en el dominio provincial o de los ejes cardinales, del norte coruñés al sur cangueiro, del oeste finisterrano al carácter carballinés hay un sentimiento de pertenencia a algo que trasciende de lo local y que impregna y conmociona el alma y que se da sin necesidad de ejercer galleguismos o exhibir banderas. 

Muchos no lo saben pero nada más saltar de Zamora a Orense por las portelas o de León a Lugo por Piedrafita, la piel se hidrata, la paleta de colores y la luz se amplían, la lluvia y la siega producen una fragancia que despierta al viajero plácidamente y si eres de los que perteneces, de los que ya padeciste morriña o gozaste entre maizales, reconoces inmediatamente tu patria sentimental.

¿Usted de dónde es? Yo soy de donde se me pone, pero esencialmente gallego. Si me hacen la misma pregunta en la Argentina, respondería que soy español. Una vez, esperando en Ezeiza un vuelo de regreso y en la cola para embarcar, coincidí con una pareja entrada en edad, educadamente aseados -ella al estilo Evita  y él como Gardel en Las luces de Buenos Aires, camisa blanca resplandeciente de cuello triangular y corbata anudada a lo windsor- y el caballero me dijo que yo tenía un acento "españolazo". A mi los aumentativos, hoy tan peculiarmente utilizados en cierto estrato social ("casoplón", "salonazo", "bodón" y por ahí) siempre me ha gustado escucharlos, aportan como un convencimiento, una fe o una credibildad en lo que se dice. Y precisamente por eso yo no los utilizo. 

Pero "españolazo" me gustó. Cuando, al unísono matrimonial, me preguntaron de dónde era, queriendo decir de dónde exactamente y de ser posible calle, piso y código postal pormenorizados -que una vez arrancados, los porteños son lenguaraces- tuve que decirles la verdad: de Madrid. Imposible ser gallego en la argentina; supongo que me agarran la idea, no me la cojan.

Después he recordado la anécdota en muchas ocasiones y, de verdad, me arrepiento de no haberme estirado en aquel lance y más mediando tantas horas de viaje con ellos. Debí haber explicado a Evita y a Gardel esto que cuento aquí, este sentimiento más que imposible de detallar, que no es fácil de entender pero sencillo de manipular, que somos idénticamente diferentes y desigualmente homogéneos y eso, como el mestizaje, siempre enriquece. Como les ocurre a ellos y aunque a todos nos terminen descubriendo por nuestro acento.


Playa de Doniños un mediodía de diciembre


(*) Aquí, escritos, otros delirios gallegos más o menos pertinentes:



17 de agosto de 2017

Abuelos En La Posmodernidad

Antes, cuando la familia, había un orden y un mando que permitía a los niños discriminar jerarquías. Los abuelos eran un ser en uno, indivisible. Desgraciadamente, quiero suponerlo así, ni mis hermanos ni yo tuvimos abuelos varones en nuestras vidas y las abuelas -ya lo he contado aquí mismo- ambas dos resultaron mancas, una de nacimiento y otra sobrevenidamente. Una de ellas, la materna, nos acompañó durante bastantes años, en mi caso hasta mi primer cuarto de siglo; una mujer admirable, llena de carácter y bondad. 

Antes, cuando se entendía por familia diferentes categorías de experiencia y autoridad, la relación abuelos/nietos se sustanciaba en el afecto y era, básicamente, un intercambio de cariños y un referente de experiencia, de sabiduría. De modo especial con los abuelos de la línea materna, generalmente. Casi nunca era una relación subrogada, de suplencia de responsabilidades paternas, de obligaciones diarias del nieto con el abuelo o el abuelo con el nieto; en realidad era raro que existiera, como frecuentemente ocurre ahora, dependencia.

Hoy, cuando llegan los nietos a las casas de sus abuelos, lo primero que hacen es usurparles el sofá, arramplar con el mando de la tele y destartalar sus horarios. Son los padres de las criaturas, evidentemente, quienes permiten ese estado de cosas. Son los padres quienes, ante la absoluta incredulidad de los abuelos, generan diálogos con sus hijos de dos años de edad pretendiendo que los críos raciocinen, relacionen causas y efectos y diferencien y maticen. 

Lo de los niños de hoy en día, en nuestro entorno -que hace que soporten un exceso de información- y salvadas algunas excepciones, pasa por una actitud paternal consentidora y, más que laxa e incoherente, disfuncional. Los pequeños, abrumados, son incapaces de procesar adecuadamente tanto estímulo acompañado de tanto amodorramiento frente a los dispositivos electrónicos que se ponen a su disposición: teléfonos, tabletas, televisores. 

Demasiado de casi todo y poca simplicidad en las actividades cotidianas, en el relleno del ocio, en los tiempos de espera. Antes jugábamos activamente, teníamos pocos pero estimulantes juguetes que cobraban vida propia gracias a nuestra imaginación. No sé yo si estoy idealizando una infancia como la mía llena de carencias -¿en relación con qué otras situaciones?- pero saturada de momentos donde los niños teníamos que patear una simple lata o escondernos hábilmente los unos de los otros y eso era todo y eso llenaba nuestras vidas y potenciaba nuestro intelecto. 

Hoy, en esta etapa de posmodernidad y especialmente en el -mayoritario- modo urbano, ejercer de abuelos es a menudo un ejercicio de suplencia de paternidad, un comodín sustitutivo de faenas que deberían realizar los padres. Tal vez por el apego y por las sinergias emocionales que se generan, esas relaciones tan estrechas entre nietos y abuelos sean muy beneficiosas para sus respectivas infancias y senectudes. No diría yo que no, ni que sí. Lo que tengo claro es que ser nieto y ser abuelo es menos conflictivo que ser padre o ser hijo y mucho más cómodo en las discusiones familiares. Casi seguro que nadie me va a llevar la contraria.