Tal vez porque nací el primer día, junio sea mi mes preferido. Nadie olvida el día 1, el primer día, el día en que nada ocupa la memoria y todo está por venir. Y hoy termina este junio bien hermoso, un año más al almacén de despropósitos y aciertos.
Embebido en el ocaso de la primavera he comprendido la razón por la que cuando un gallego ¡por fin! quiere tu amistad, te invita un domingo a la aldea con toda su familia y abre de par en par las puertas de su casa en vez de insinuarte una cena a escote en un restaurante neutral y acomodado. También por qué los gallegos te animan cuando decides irte al fin del mundo en vez de aspaventarse y, encima y además, te ponen en contacto con otro gallego que anda por allá y sabe de las cosas. Y sobre todo, he comprendido la razón por la que especialmente ellas utilizan la terminación "iño", riquiñas que te son -no todas- y por qué malo será que no llueva en tres o cuatro días y de ahí que tengan tantos ríos fronterizos, interiores, propios y compartidos. Son inimitables.
Después del Sil, del Miño, del Eume ¡mi má, qué río! y del Ulla, del Belelle y sus fervenzas y tantos otros ríos, mis hermanos Nuria y Santiago se empeñaron en compartir con nosotros el descubrimiento del río Barosa y sus brincos de agua y sus chorreras. Fue una jornada inolvidable porque, una vez más, si te atreves a ir en vez de quedarte pasmao, la vida y los hombres que transcurrieron por ella suelen sorprenderte y enseñarte.
En el Parque del Río Barosa hay naturaleza a lo salvaje y aguas bravas, sabor a trazas de madera y yerba entre ocres, verdes, amarillos anaranjados y azules pálidos. Galicia interior. Es un parque precioso, una joya de la naturaleza, relativamente bien cuidado y donde seguramente algún escolar con asignaturas pendientes para septiembre tiró una botella de plástico, y allí permanece, en medio del curso del río. Evaluación suspendida, pendiente de recuperación.
Y allí no falla la memoria, sin necesidad de que ocurriera en día 1, tan memorable, unos hombres que hicieron vida dando las suyas son recordados en modestísima placa, sobriamente, situada también sobre sencilla fachada o pared, para que su hombrada, su machada, no se diluya en las aguas revueltas del Barosa. Todos, al parecer, eran gallegos, todos inimitablemente heróicos.
Placa en memoria de los héroes gallegos enaltecidos por Lord Wellington. "Españoles: dedicaos todos a imitar a los inimitables gallegos". |
Es la muestra de reciedumbre de esos hombres también despectivamente llamados"gallegos" -como sinónimo de tontaina o retrasado- por los más ignorantes de tantos rincones del mundo hispano. Y ¿saben por qué? Porque la diferencia y la genialidad siempre sorprenden, siempre son inimitables y los necios se conjuran frente a ellas.
Feliz verano 2017.